1 de julio, sábado. “Camino de
Montijo van doce frailes / todos llevan alforjas chicas y grandes…” Cantaba
la copla. Hay otras variantes en la letra; da igual. Todas llevan un sentido
picarón y punzante. Ya se sabe que las cosas del folclore que, en esencia, es
el saber del pueblo, son así.
Montijo está cabe el Guadiana,
en su margen derecha, antes de llegar a Badajoz donde el río se ensancha como
en Mérida, como en tantos otros puntos de su recorrido singular y distinto a
cualquier otro río de la Península. El río no besa las paredes del pueblo, pero
sí sus tierras.
Badajoz es la capital de la
provincia; Mérida, la Emerita Augusta, romana, sabia y vetusta – se hace
un hoyo y sale una ruina – es la capital de la Comunidad Autónoma. Dos
provincias, Cáceres y Badajoz, un arzobispado y obispados en Coria y Plasencia
que según tengo entendido ahora pueden estar refundidos, antes, no… y Gredos,
al norte y Tentudía y Monesterio, en el sur y ahí, precisamente ahí, en
Badajoz, el río comienza su primer periplo de frontera con Portugal. ¿Cabe más
en menos?
Por tierras portuguesas el río
va a su antojo. Algunas veces se acerca a la Raya; otras, se aleja. De un lado, Elvas;
en el otro, los arroyos de Olivenza,
cuando llevan agua en los inviernos y primaveras generosas, van y se la
entregan en la misma frontera. Olivenza es una ciudad preciosa. Elvas donde me
compré el Libro del desasosiego de Pessoa, también.
En su suelo hay huellas de tensiones de fronteras. Ya se sabe momentos de
tensión y otros, los más, de calma. Desde la Guerra de las Naranjas,
forma parte de las tierras de este lado de la frontera y otra copla lo canta:
“las muchachas de Olivenza no son como las demás / son hijas de España y nietas
de Portugal”.
El estilo manuelino, lo que
viene a hablar de un pasado muy cercano, tan próximo que casi se toca con las
yemas de los dedos, se encuentra a pedir de calle en iglesias, dinteles de las
ventanas, puertas. Algo parecido ocurre con la gastronomía y con el habla “portugués-oliventino”…
Cheles tiene un pasado que
puede remontarse al Neolítico. El granito da dureza a sus rocas; el verdor de
la yerba de sus praderas alimento para el ganado y el Guadiana – en la
gastronomía de Cheles ofrecen ‘pisto de peces cheleros ’ y ‘engaspachado
de peces’ - muy cercano consistencia
al pantano de Alqueva…
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