martes, 4 de julio de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora.

 

                         



4 de julio, martes. ¿Cuánto tiempo hace que encendieron las brasas? Acabo de llegar. Dejo el coche en un descampado frente al mar. Los últimos bañistas recogen los enseres; vienen en sentido contrario. Me esperan los amigos. Nos saludamos. Echamos a andar por el paseo Marítimo. Ah, no lo he dicho, estoy en Torremolinos. Ese lugar de pecado entonces, y confluencia internacional ahora…

¿Cuánto tiempo hace que encendieron las brasas? Cruzo la carretera; al otro lado, entre el rebalaje y el paseo, en la arena que aún está caliente por el sol del verano, espaciados y con las distancias apropiadas, los chiringuitos. Son artilugios artificiales. Tienen su tiempo y sus clientelas: la del mediodía y si me apuran, ésta, de la noche.

Ya han caído las sombras propiciadas por los edificios mastodónticos que han levantado – a ver quién llega más alto – sobre el rebalaje. Son sombras artificiales; mañana cuando salga el sol, ellos recibirán, en primicia, sus rayos al apuntar por el horizonte; verán también cómo van los barcos por la bahía: cruceros, barcos de cabotaje, lanchas rápidas,  aquel barquito de velas blancas… ¿Adónde van los barquitos de velas blancas que cruzan la mar serena? ¿Irán a Almería? ¿Irán a Cartagena?

Las sombrillas mitigaron el calor y ahora, entre el rebalaje y la barca varada, esperan otra vez su razón de ser. ¿Cuánto tiempo hace que encendieron las brasas?

Es una barca que ya solo navega tierra adentro. La llenaron de arena. La sembraron de brasas de carbón – ‘carbón de encina, picón de olivo’ - seco, traspillado y en sus extremos colocaron el espeto y un pescado de nombre anónimo: ¿un sargo? ¿un pargo? ¿una dorada? que cuando navegó fue grande

-         Pedro (tiene nombre de apóstol pescador y la cara curtida) ¿cuándo encendió usted las brasas? Le pregunto

-         Cuando lo mandaron los clarines de la tarde, me contestó.

El carbón, cuando le llegó el momento, se puso enrojecido como la cara de la niña que se da el primer baño de  mar y brea, de sal… Solo lo conoce el espetero. Entonces, precisamente entonces, ensartadas como hay que hacerlo colocó el puñado de sardinas plateadas que anoche navegaban bajo la luz de la luna. Ellas, las sardinas, decidieron traerse un puñado de plata del cielo para sazonar con ese sabor único, sensual que solo tienen las sardinas cuando llegan los meses de verano, o sea, los meses “sin ere’ y han tenido la faena apropiada en su espeto…

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