6 de julio, jueves. Francisco
de Zurbarán y Salazar es uno de los máximos pintores españoles del siglo XVII;
si embargo, es uno de los más desconocidos. Es más, a pesar de la enorme
calidad de su pintura, es uno de los pintores que carecen de la popularidad de
la que gozan otros y, al que se cataloga, habitualmente como el pintor “de
frailes y bodegones”.
Zurbarán nació en el pueblo
extremeño de Fuente de Cantos, Badajoz, junto a la Vía de la Plata. Vivió en
Llerena, Sevilla Guadalupe, Jerez de la Frontera y Madrid. En casi todos los
lugares fue de la mano de su pintura donde la ofreció a conventos, cenobios o
particulares que se acercaban a la calidad del pintor tan enorme.
No es ninguna sorpresa que este
hombre, ‘un pintor de pueblo’ como algunos le catalogaron sea uno de los más
grandes pintores místicos de toda la pintura española. Amigo personal de
Velázquez – de su mano fue a Madrid – nunca ostentó una vida de
excentricidades. Con ocho años ya su padre que vio las posibilidades que tenía el
niño y lo puso, en Sevilla a ‘aprender’. Luego, su vida, - se casó tres veces –
transcurrió por los derroteros propios de la persona que vivía de su trabajo,
con penalidades, al final, como era norma y costumbre en aquel tiempo.
Su obra más excelsa está en la
sacristía del convento de Guadalupe en Cáceres. Su colección de retratos de los
cartujos le donó el apelativo de “pintor de los frailes”. La colección de obras
que tiene el monasterio cacereño como la esparcida por todos los lugares del
mundo hace el apelativo sea más que merecido. Ningún otro pintor ha reflejado
como él el misticismo de aquellos hombres entregados al fervor de la religiosidad.
La pintura de Zurbarán no se
queda solo en el aspecto religioso. Zurbarán pinta en sus bodegones, a
diferencia de otros que pintaban la naturaleza muerta, lo que es la esencia de la
vida, en las frutas, en las rosas, en los instrumentos de todo lo cotidiano.
Por cierto, de las penalidades económicas de los últimos años de su vida habla
la escasez de objetos que aparecen relacionados en su testamento, como era
costumbre en aquel tiempo, lo que viene a decir, según algunos estudioso, que
murió sin abundancia de ‘materialidad’.
Francisco de Zurbarán nació el
7 de noviembre de 1598 y murió en Madrid el 27 de agosto de 1664.
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