jueves, 18 de agosto de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Gente buena



             La Guardia Civil rescata una niña abandonada

 

18 de agosto, jueves. En el artículo de ayer, una mujer que lleva al lienzo lo que todos miramos, pero solo ella ve, se preguntaba si no existen noticias buenas…  Por supuesto que sí, que existe la gente buena, pero salen en los periódicos y, no las conocemos…

Están publicando fotos de Bomberos, Militares, Policías, Guardias Civiles…. (adrede he puesto a todos con mayúsculas). Están en primera línea.  Se juegan la vida en una lucha sórdida contra las llamas, contra la impotencia, contra la realidad a la que quieren darle la vuelta. Nunca conoceremos sus nombres. ¿Qué sería de nosotros sin ellos? Forman parte de la buena gente…

Dice el periódico que la maquinista del tren llamó al puesto de mando y pidió autorización para iniciar la marcha atrás. Tuvo una lucidez enorme en medio de la boca del lobo donde se encontró: pedir autorización por si venía otro tren y huir en sentido contrario… Tampoco conoceremos probablemente nunca su nombre. Esa mujer forma parte de la buena gente…

Cuando yo era niño, una tormenta mediados de octubre descargó violentamente sobre Álora. El arroyo de El Sabinal se llevó la vía del tren en Los Aneales. Un hombre – ferroviario por más señas – que vivía casi en la orilla de la vía,  sabía que a esa hora venía el Correo. En medio de la tromba de agua, - pudo quedarse en su casa y no lo hizo - se echó a la vía y paró el tren. Salvó, aquella tarde, un montón de vidas. Ese hombre se llamaba Pepe Martos. Yo lo conocía y hoy lo saco aquí en un pequeñísimo recuerdo… Ese hombre forma parte de la buena gente…

Sabemos de sanitarios, religiosos, voluntariado de gente anónima, perdida. Acuden a su trabajo. No piden nada. A veces, solo un poco de respeto, de consideración… Don Antonio Machado dijo de ellos: “y en todas partes he visto / gentes que danzan o juegan, / cuando pueden, y laboran / sus cuatro palmos de tierra. (….)

Gentes que se echan a la mar cada noche, a la carretera, al obrador de la panadería para que, por la mañana, tengamos el pan tierno. Gente del campo, de soles y yelos en los días de invierno, de la mina; gente que da los ‘buenos días’ con una sonrisa en la cara,

Don Antonio remataba sus versos: “Son buenas gentes que viven, / laboran, pasan y sueñan/ y un día como tantos, / descansan bajo la tierra”.

 

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