La Guardia Civil rescata una niña abandonada
18 de
agosto, jueves. En el artículo de ayer, una mujer que lleva al
lienzo lo que todos miramos, pero solo ella ve, se preguntaba si no existen
noticias buenas… Por supuesto que sí,
que existe la gente buena, pero salen en los periódicos y, no las conocemos…
Están publicando fotos de
Bomberos, Militares, Policías, Guardias Civiles…. (adrede he puesto a todos con
mayúsculas). Están en primera línea. Se
juegan la vida en una lucha sórdida contra las llamas, contra la impotencia,
contra la realidad a la que quieren darle la vuelta. Nunca conoceremos sus
nombres. ¿Qué sería de nosotros sin ellos? Forman parte de la buena gente…
Dice el periódico que la
maquinista del tren llamó al puesto de mando y pidió autorización para iniciar
la marcha atrás. Tuvo una lucidez enorme en medio de la boca del lobo donde se
encontró: pedir autorización por si venía otro tren y huir en sentido
contrario… Tampoco conoceremos probablemente nunca su nombre. Esa mujer forma
parte de la buena gente…
Cuando yo era niño, una
tormenta mediados de octubre descargó violentamente sobre Álora. El arroyo de
El Sabinal se llevó la vía del tren en Los Aneales. Un hombre – ferroviario por
más señas – que vivía casi en la orilla de la vía, sabía que a esa hora venía el Correo. En medio
de la tromba de agua, - pudo quedarse en su casa y no lo hizo - se echó a la
vía y paró el tren. Salvó, aquella tarde, un montón de vidas. Ese hombre se
llamaba Pepe Martos. Yo lo conocía y hoy lo saco aquí en un pequeñísimo
recuerdo… Ese hombre forma parte de la buena gente…
Sabemos de sanitarios,
religiosos, voluntariado de gente anónima, perdida. Acuden a su trabajo. No
piden nada. A veces, solo un poco de respeto, de consideración… Don Antonio
Machado dijo de ellos: “y en todas partes
he visto / gentes que danzan o juegan, / cuando pueden, y laboran / sus cuatro
palmos de tierra. (….)
Gentes que se echan a la mar
cada noche, a la carretera, al obrador de la panadería para que, por la mañana,
tengamos el pan tierno. Gente del campo, de soles y yelos en los días de
invierno, de la mina; gente que da los ‘buenos días’ con una sonrisa en la
cara,
Don Antonio remataba sus
versos: “Son buenas gentes que viven, /
laboran, pasan y sueñan/ y un día como tantos, / descansan bajo la tierra”.
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