Luna de Esturión en noche de agosto.
10 de
agostos, miércoles. Los que saben de estas cosas – astros, y mundos
siderales – son aficionados a ponerle nombres a las lunas: la luna del ciervo, del
salmón, luna voladora, de nieve… Ahora la llaman de ‘esturión’. Según
informaban en la Opinión de Málaga hace unos días, el nombre se debe a que las
tribus del norte de América en este mes de agosto, coincidiendo con la luna
llena, capturaban los esturiones de sus ríos. Sea lo que sea no deja de ser una
curiosidad.
Federico nos decía que la “luna
vino a la fragua con su polisón de nardos” A mí, particularmente eso me parece
más bonito que ir con una caña y un arpón a cazar peces en los ríos de aguas
claras y orillas frondosas. Naturalmente que con las cosas de comer no se juega
y eso de buscarse el pescado de cada día es algo muy serio. Vamos, casi
sagrado.
Recuerdo en un viaje por
tierras del Cabo Norte cómo en los poblados de pescadores secaban los pescados
al sol de verano y la manera – según nos explicaron – tan curiosa que tenía de ahumarlos. Me gustan
un montón las cosas raras y probar esas cosas que por nuestra cultura no
estamos habituados a degustarlas y, de verdad, que son exquisitas, aunque
nuestro sabor está educado en otros gustos.
La luna, esta luna llena de las
noches de agosto, que va a coincidir con las estrellas fugaces de la noche de
san Lorenzo, se pasea por las ramas de la dama de noche y por las otras, las
ramas tenues y temblorosas del jazmín y le pone un toque diferencial, distinto.
Yo no sé si las noches de luna llena los jazmines tienen un olor especial. No
lo sé, a mí me lo parece.
Lo que sí es especial es cuando
la luna entra por la espesura del bosque soñado, ese bosque tupido al que solo
tienen acceso los privilegiados… Eso, ya se sabe solo está al alcance de los
que son llamados para los goces extraordinarios y uno – que es mortal y
normalito – entonces se tiene que refugiar en soñarlo, en desearlo sabiéndolo
imposible y en ver como la luna viene por el camino, por las copas de los
árboles, por entre los pámpanos de la parra o por las páginas encantadas de
Bécquer cuando hablaba del rayo de luna…
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