El Gor de la Malatosca es una de
las pozas que de manera natural se forman en el tío Ter, a su paso por las
tierras del pequeño pueblo de San Juan de las Abadesas, que tuvo el único
cenobio femenino en tierras de Cataluña en los alrededores del año mil, año
arriba o año abajo.
El Ripollés es una de las
comarcas del pre-pirineo gerundés. Limita con Perelada, Besalú, los prados de
Vallfogona, San Juan de Ter, Estamariu, en la Cerdaña y Conflent. En su suelo
se asientan, además de San Juan con un románico excelso, Camprodón donde nació
Isaac Albéniz y vivió - no sé si aún –
Joan Manuel Serrat, y Ripoll.
En sus tierras, al paso del río
Ter, el tercero en importancia después del Muga y Fluviá, de los que aportan
sus aguas del deshielo del Pirineo al Mediterráneo, se forman pozas naturales
que llevan de la mano un sinfín de leyendas y embrujamientos.
Se cuenta que en el Gor de
Malatosca, se reunían las brujas en sus aquelarres. En cierta ocasión, una de
las brujas se puso de parto y pagó los servicios de la comadrona con lentejas,
que no las valoró y las arrojó al río. Al día siguiente comprobó con gran
sorpresa, que una de las lentejas que se había quedado prendida entre sus
ropas, se había convertido en oro. ¡Ya era tarde para recuperar el resto del
regalo!
El monasterio de San Juan de la
Abadesas, fue fundado por el conde de Barcelona Wilfredo el Velloso, el año 885 al que iría destinada su hija todavía niña,
Emma. La custodia de la fundación y del posterior desarrollo, se encargó al
obispo de Vich. La hija del conde profesó cuando fue mayor y se conocen hasta
seis abadesas posteriores.
La última, Ingilberga, hija del
conde Oliba Cabreta, de quien se dice que lo abandonó todo para ingresar en el
monasterio benedictino de Montescasino, en Italia, donde se le perdió la pista,
pero que antes había dejado una importante fortuna custodiada por su hija. La
vida díscola de las monjas, llevó a la disolución del cenobio por Bernardo
Tallaferrro.
Dicen, que el conde Arnau entraba
por un pasadizo secreto que atravesaba la montaña y tenía relaciones con la
abadesa. A su muerte, fue condenado a vagar errante sobre un caballo blanco
envuelto en llamas. ¿Qué hay de cierto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario