Vivimos en una sociedad hedonista
donde pretende reinar el placer. El pobre y el enfermo no tienen sitio. La
pobreza debe erradicarse por medios lícitos y legales siempre que se pueda. Es
una obligación. A veces, al pobre y al enfermo se le vuelve la cara. Se vive de
espaldas ante ese sufrimiento que es de otros.
El pobre siempre ha estorbado.
Escoria mirada con desprecio. “Una limosna por el amor de Dios…” ¿Se acuerdan?
Ahora, los pobres, otros pobres acuden a comedores sociales y organizaciones
humanitarias que sacan adelante personas con más buena voluntad que medios. Es
así.
Hay otro tipo de pobres. Son los vencidos
por la enfermedad, la vejez y la soledad sin que nadie les eche una mano y que
por extrañas razones quedan fuera de los circuitos sociales del mundo
occidental. Por los otros mundos, pensar en eso es una entelequia.
Mi amigo Sebastián – que está en
todo – me ha hecho llegar una información donde habla que una residencia
gerontológica, el Buen Samaritano,
ubicada en Churriana que se rige por las directrices de un italiano, Camilo de
Lelis (1550-1614) que se dedicó a dar un trato humanitario y religioso a los
enfermos. Curiosamente, hoy, 14 de julio se celebra su festividad.
No sabía que existía un santo con
ese nombre. No sabía absolutamente nada ni de su vida ni de su labor. Me
documento para poder escribir estas líneas y me entero que tuvo una infancia
infeliz, sin madre y criado con su padre mercenario militar.
Su juventud, ya huérfano, un
desastre: enrolado como militar a suelto de quien más pagaba, juego, ruina,
vida disoluta, pobreza… Enfermo y tirado en la calle lo recoge alguien que se
apiada de él. En un hospital ve el trato que sufren los enfermos. Intenta
entrar en una orden religiosa – no lo consigue – y se hace sacerdote secular. Se
dedica al cuido de los enfermos…
En Málaga no hay ninguna
comunidad – se les conoce como los Camilos – dedicada a esos menesteres, pero
sí quienes siguen sus directrices como es el caso de la residencia de Churriana.
Cuando se leen estas cosas, a uno le salta un resorte por dentro. Sabe de
viejos aparcados porque no hay sitio para ellos o de enfermos a los que hay que
buscarles una manera ‘elegante’ (por llamarlo de alguna manera) de quitarlos de
en medio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario