martes, 6 de julio de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Buenas impresiones

 

 

                    


Hablamos, o sea nos comunicamos entre nosotros y utilizamos giros, expresiones, palabras que ya emplearon otros, pero de las que desconocemos a veces, su origen o su porqué. Han llegado al uso del lenguaje diario por un camino desconocido, pero que en el fondo forman parte de nosotros mismos.

En ello tiene mucho que ver el refranero, esa sabiduría popular que alguien un día de no sabemos cuándo, regaló al uso común sin que haya que pagar derechos de autor ni siquiera reconocimiento. (Otra cosa es el copista caradura que copia con descaro, se apropia y borra el nombre del autor. No, eso es otro cantar).

¿De dónde viene eso de “noche toledana”? Covarrubias en su Diccionario de los tesoros de la lengua castellana, dice que es la noche que se pasa en blanco, sin pegar ojo a causa de los mosquitos que abundaban en el río Tajo y que atacaban a los visitantes desprovistos de los repelentes oportunos contra los insectos del verano.

Francisco del Rosal da otra versión y afirma que viene de aquellas mozas que la noche de San Juan no dormían, en la creencia que la voz, la primera voz de hombre que escuchasen al alba, sería la del hombre con el que se iban a casar.

Hay otras expresiones de las que también se desconocen, sus autores ni quien con autoridad lingüística dijo del porqué de su uso. Nos encontramos aquello de “A por atún y a ver al duque”. Era la expresión de quien iba a Madrid – en los tiempos cuando la Corte y Madrid estaba tan lejos – a realizar gestiones que no podrían resolverse en ningún otro sitio.

Don Cristóbal Morales, alcalde de Álora en los años cuarenta, tenía una manera de actuar todo campechana, porque lo suyo era el campo y nunca la política.  Sus intereses iban por otros caminos. En cierta ocasión – su economía se lo permitía – decidió pasar una semana en Madrid, alegando que tenía que hacer unas gestiones inexcusables y que solo él, en su condición de alcalde, podría realizar.

Volvió a la semana, y naturalmente era asediado constantemente por los convecinos muy interesados de cómo había ido la estancia y el resultado obtenido.

-         ¿Don Cristóbal, le preguntaban, que resultados trae de su viaje?

-         “Buenas impresiones, buenas impresiones…”

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