A mi hermano electo – hay
hermanos con los que nos enriquece la naturaleza y la sangre, y otros que nos
los regala la vida porque sí – Antonio, lo conocí en 1962. O sea, ayer tarde,
poco más o menos. Luego, ese Alguien que mueve los hilos, hizo que no nos
hayamos separado desde entonces.
Hemos andado caminos por los que
no va casi nadie, nos hemos perdido por rutas que sí van alguna parte. Hemos viajado
mucho, mucho, mucho… ¿Y hoy dónde? Era la pregunta pertinente: A la rosa de los vientos y echábamos carretera
fuera y kilómetros a las espaldas.
A un lado quedaban Sierra Nevada,
de cumbres blancas y Granada, y Jaén, Puerta de Andalucía que dicen para
venderla, como si hubiese necesidad de eso. Y Despeñaperros y las Tablas de
Daimiel y… Antonio, que tiene una riqueza interior que otros deseamos, me decía
que en esa naturaleza viva de acuíferos y aves, veía la mano de Dios y le digo
que sí, que es así…
Y nos fuimos también por esas
tierras de jarales y bosques de encinas, quejigos y retamas y melojos y
anduvimos por San Pablo de los Montes y Helechosa de los Montes, también, ¿cómo
no? y Hontanar y Los Yébenes… y entonces – ya lo sabíamos – que por allí “mil
gracias derramando pasó” y que los dejó prendados de su hermosura…
Y subimos a la Sierra de la Peña
de Francia, y a las Batuecas, y un día nos fuimos a convivir con los frailes
Jerónimos de El Parral en Segovia y a Albarracín y Tragacete y…
Y bordeamos Gredos. Por Cabezuela
y Navaconcejo - ¿te acuerdas, aquel mano a mano con las picotas?, y por el
Jerte, a Tornavacas y por el Tormes a El Barco de Ávila y el desvío a
Piedrahita. Teníamos que probar las judías que son las mismas que las de El
Barco, y otra vez de vuelta al río, a La Aliseda con un puente románico y la
iglesia de Santa Margarita… En aquellas cumbres hablar de la Fe, era hablar de
Santa Teresa. Era otra cosa. Cada vez me cuesta más, y a mí, te dije.
Después de Navarredonda de Gredos
y antes de llegar a San Martín del Pimpollar, ya habíamos coronado vertiente.
Bajábamos como las aguas del Alberche a las tierras del Tajo, La Vera garganta
a garganta y pueblo a pueblo y luego… ¿Dónde luego, hermano, dónde? Y si… No
quiero pensarlo, mejor dejarlo estar y asumir que “nuestras vidas son los ríos /
que van a dar a la mar / que es el morir…”
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