viernes, 23 de julio de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Antonio

 

                                               


A mi hermano electo – hay hermanos con los que nos enriquece la naturaleza y la sangre, y otros que nos los regala la vida porque sí – Antonio, lo conocí en 1962. O sea, ayer tarde, poco más o menos. Luego, ese Alguien que mueve los hilos, hizo que no nos hayamos separado desde entonces.

Hemos andado caminos por los que no va casi nadie, nos hemos perdido por rutas que sí van alguna parte. Hemos viajado mucho, mucho, mucho… ¿Y hoy dónde? Era la pregunta pertinente:  A la rosa de los vientos y echábamos carretera fuera y kilómetros a las espaldas.

A un lado quedaban Sierra Nevada, de cumbres blancas y Granada, y Jaén, Puerta de Andalucía que dicen para venderla, como si hubiese necesidad de eso. Y Despeñaperros y las Tablas de Daimiel y… Antonio, que tiene una riqueza interior que otros deseamos, me decía que en esa naturaleza viva de acuíferos y aves, veía la mano de Dios y le digo que sí, que es así…

Y nos fuimos también por esas tierras de jarales y bosques de encinas, quejigos y retamas y melojos y anduvimos por San Pablo de los Montes y Helechosa de los Montes, también, ¿cómo no? y Hontanar y Los Yébenes… y entonces – ya lo sabíamos – que por allí “mil gracias derramando pasó” y que los dejó prendados de su hermosura…

Y subimos a la Sierra de la Peña de Francia, y a las Batuecas, y un día nos fuimos a convivir con los frailes Jerónimos de El Parral en Segovia y a Albarracín y Tragacete y…

Y bordeamos Gredos. Por Cabezuela y Navaconcejo - ¿te acuerdas, aquel mano a mano con las picotas?, y por el Jerte, a Tornavacas y por el Tormes a El Barco de Ávila y el desvío a Piedrahita. Teníamos que probar las judías que son las mismas que las de El Barco, y otra vez de vuelta al río, a La Aliseda con un puente románico y la iglesia de Santa Margarita… En aquellas cumbres hablar de la Fe, era hablar de Santa Teresa. Era otra cosa. Cada vez me cuesta más, y a mí, te dije.

Después de Navarredonda de Gredos y antes de llegar a San Martín del Pimpollar, ya habíamos coronado vertiente. Bajábamos como las aguas del Alberche a las tierras del Tajo, La Vera garganta a garganta y pueblo a pueblo y luego… ¿Dónde luego, hermano, dónde? Y si… No quiero pensarlo, mejor dejarlo estar y asumir que “nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar / que es el morir…”

 

 

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