miércoles, 21 de julio de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Palabras

 

                                                   


Una mañana de primavera –  a Córdoba solo se puede ir en dos estaciones del año, esa y el otoño – deambulaba por la ciudad. Iba de la mano de esas cosas que nacen por dentro, o sea, de la intuición de dejarse llevar por las calles sin ir a ninguna parte ¿o sí se va a algún sitio cuando se anda así? De pronto, sin esperarlo, en la fachada de la Facultad de Filosofía, me encontré con el mensaje:

                                       Aquí estamos los soñadores, /

                                       los ingenuos, /

                                       los que aún creemos

                                        en la fuerza de las palabras.”

                                                                                    -Anónimo –

Después me dejé llevar. Recordé la Córdoba de esplendor, la Córdoba del Califato donde al poderío militar le unieron otro, el cultural, el que llegó a todas las tierras. Pensé en aquella biblioteca que decían, que cuando aún no había aparecido el papel, tenía más de cien mil volúmenes…

Me vino después al pensamiento la Córdoba de los Reinos Taifas, o sea la Córdoba de la autodestrucción con las luchas internas por cotas de poder y riqueza frente a unos reinos emergentes con un poderío militar inusitado. Contra el perfume de las rosas en las tardes de primavera, la gente guerrera de corazas y mallas de acero.

Córdoba soñó, como soñaba el río por donde llegaban las embarcaciones que lo remontaban contra corriente, para dar en sus orillas junto al puente que habían construido muchos años antes, otros que habían venido de tierras lejanas: Roma.

Los pueblos necesitan soñadores, gente a las que mueva el perfume del jazmín, el arrullo de una paloma en el alféizar de la ventana, el trino de los pájaros que cantan cuando rompe el alba porque viene el día.

Hombres ingenuos que creen que los hombres buenos son más, muchos más que los hombres malos, esos que hacen que sus acciones resuenen como un chino en una lata, a pesar de que su mensaje está hueco, vacío, carente de sustancia que llene por dentro.

Corren tiempos de desconcierto. A lo mejor, la palabra está esperando a que algunos hombres se despojen de prejuicios y de todo lo viejo y la abracen con tanta fuerza, que algunas recobren todo su sentido, y pienso en Justicia, honradez, paz, solidaridad, amor…  A lo mejor, aquel anónimo que escribió, eso ya sabía que mucho tiempo después, algunos hombres ingenuos que todavía no habíamos nacido, ya creíamos en la fuerza de las palabras.

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