Alguien dijo que Málaga vive de
espaldas al mar; otro, que Málaga es la única ciudad con puerto donde no huele
a brea. Puede ser lo uno y lo otro. Cada mañana, se asoma al rebajale y ve cómo
piden sitio de atraque esos grandes barcos, de nombres raros y banderas exóticas en la popa. Vienen
a traer o a llevar mercancías.
Cuando yo era muchacho, cada
tarde a la puesta de sol, salía el ‘melillero’,
que era algo más que un buque correo. Cada mañana, casi con las claras del día,
arribaba tras toda una noche de travesía, el barco que venía de regreso. Sonaba
una sirena ronca y más de un marengo que olía a aguardiente, a vino rancio y a
tabaco de picadura, se dejaba caer: “ya está ahí”. El pase de la aduana con los
carabineros, era otro cantar. Como era otro cantar el graznido de gaviotas
revoloteando, o el arrullo de palomas en el parque…
Alguien comparó a Málaga también,
como un mantón de Manila bordado con rosas rojas y claveles reventones, que
baja desde los Montes y deja que los flecos acaricien las olas de nácar dormidas
en sus playas y, entonces, el mantón cobra encanto, como aquel que ‘paseaba’
Estrellita Castro…
No es Málaga de tabernas de
puertos, ni de gente que bebe con brazos tatuados y que forman esa
intrahistoria de otros puertos, donde cada marinero podía encerrar muchas vidas
dentro. “Ella me quiso y me
ha olvidado, en cambio yo, no la olvidé…”
Hay otra imagen. Vista y no
vista. En el azul del horizonte limpio – con bruma si hay el Levante - se han visto reflejados los enormes cruceros
que hacían visita. Por mor de la dichosa pandemia, esos barcos ahora aguardan,
no sabemos dónde, el momento en que vuelvan a ir tocando puertos y dejando ríos
de gente.
En Cádiz, con la gracia que
llevan dentro, los comparan con los coches de gasoil, “porque andan mucho y
consumen poco”. A esos ríos humanos que deambulaban por las calles de la ciudad,
los recibían con los brazos abiertos. Ahora, cuando dentro de unos meses se
reactive la vida, además de con los brazos, los que sobrevivan, les tocarán
hasta palmas…
Y siempre “por la mar chica del
puerto”, rondará un murmullo de besos de despedida a aquellos soldados que,
entonces, se los llevaban a otra
guerra...
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