jueves, 4 de marzo de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Puerto

 

 

                                 


 

Alguien dijo que Málaga vive de espaldas al mar; otro, que Málaga es la única ciudad con puerto donde no huele a brea. Puede ser lo uno y lo otro. Cada mañana, se asoma al rebajale y ve cómo piden sitio de atraque esos grandes barcos, de nombres  raros y banderas exóticas en la popa. Vienen a traer o a llevar mercancías.

Cuando yo era muchacho, cada tarde a la puesta de sol, salía el ‘melillero’, que era algo más que un buque correo. Cada mañana, casi con las claras del día, arribaba tras toda una noche de travesía, el barco que venía de regreso. Sonaba una sirena ronca y más de un marengo que olía a aguardiente, a vino rancio y a tabaco de picadura, se dejaba caer: “ya está ahí”. El pase de la aduana con los carabineros, era otro cantar. Como era otro cantar el graznido de gaviotas revoloteando, o el arrullo de palomas en el parque…

Alguien comparó a Málaga también, como un mantón de Manila bordado con rosas rojas y claveles reventones, que baja desde los Montes y deja que los flecos acaricien las olas de nácar dormidas en sus playas y, entonces, el mantón cobra encanto, como aquel que ‘paseaba’ Estrellita Castro…

No es Málaga de tabernas de puertos, ni de gente que bebe con brazos tatuados y que forman esa intrahistoria de otros puertos, donde cada marinero podía encerrar muchas vidas dentro. Ella me quiso y me ha olvidado, en cambio yo, no la olvidé…”

Hay otra imagen. Vista y no vista. En el azul del horizonte limpio – con bruma si hay el Levante -  se han visto reflejados los enormes cruceros que hacían visita. Por mor de la dichosa pandemia, esos barcos ahora aguardan, no sabemos dónde, el momento en que vuelvan a ir tocando puertos y dejando ríos de gente.

En Cádiz, con la gracia que llevan dentro, los comparan con los coches de gasoil, “porque andan mucho y consumen poco”. A esos ríos humanos que deambulaban por las calles de la ciudad, los recibían con los brazos abiertos. Ahora, cuando dentro de unos meses se reactive la vida, además de con los brazos, los que sobrevivan, les tocarán hasta palmas…

Y siempre “por la mar chica del puerto”, rondará un murmullo de besos de despedida a aquellos soldados que, entonces, se los llevaban a otra guerra...

 

 

 

 

 

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