San Millán de la Cogolla es un
monasterio riojano a orillas del río Cárdenas, ubicado en la Sierra de la
Demanda. La Demanda, conjuntamente con otras, Montes de Oca, Cebollera (donde
el hayedo de Santiago, uno de los parajes más bellos que uno puede encontrase
por aquellas tierras), Picos de Urbión, Serranía de Cuenca, Albarracín, Moncayo,
que casi es Aragón…, y que memorizábamos cuando muchachos, forma parte del
Sistema Ibérico.
Allí, en San Millan (cogolla
viene de cuculla, cerro) se recogió en las Glosas Emilianenses el nacimiento de
dos lenguas, la castellana (a mí me gusta más llamarla así) que española, y el
euskera, o sea, que acunaron a dos recién nacidas en sus primeras palabras.
Un poco más allá, en Berceo, tan
poco más allá, que se va andando y ni se nota, nació Gonzalo, que tuvo una
educación esmerada y que profesó como monje – su hermano, también – en el
monasterio. Gonzalo es el primer poeta que se conoce que escribe en nuestra
lengua y lo hace dentro de lo que se llamó el Mester de Clerecía.
Gonzalo de Berceo escucho las
palabras con las que el pueblo llano se hablaba entre sí. “En Román paladino, como suele fablar el pueblo a su vecino” y las
recogió y las dejó escritas y las transmitió para conocimiento de todas las generaciones
que vendrían después.
Escribió vidas de santos, -
textos hagigráficos, tampoco el tiempo estaba para otras cosas – y sobre todo,
dentro de lo que aportó, Los milagros de
Nuestra Señora. Es algo delicioso, con un poco de fárrago en su lectura. No
se puede olvidar ni el tiempo ni para quien estaba escrita la obra.
A La Rioja que hasta hace poco se
le consideraba una más de las ocho provincias que componían Castilla la Vieja,
se puede ir por muchas cosas: paisaje, gastronomía, cultura, historia… Desde
Soria se entra por los puertos de Oncala, el Madero o Piqueras; desde Burgos, por Salas de los Infantes; desde
el País Vasco, por Pancorbo; desde Aragón subiendo el Ebro… Los peregrinos que
venían por el Camino de Santiago llegaban desde Viana en Navarra, a Logroño. Ya
se sabe, todos los caminos conducen a Roma.
Y aquí uno, ante textos tan
sublimes entorna los ojos y piensa: aquí, precisamente aquí, nació la Lengua.
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