Año convulso. El mundo sumido en
una pandemia y no sabe por qué calle echarse. En todas hay barro, muchos
charcos y poco sol que seque, evapore y disipe la suciedad que nos tiene
acongojados.
Todo surgió como esas cosas que vienen
sin saber ni el cómo, ni el cuándo. De la noche a la mañana, hablaban de un
virus; luego, de una gripe; después, que si la cosa es más seria de lo que
parece, que todo se colapsa y que la gente se muere.
El mundo ha sufrido pandemias (en
otros tiempos se llamaban de otra manera y se entendían como castigos divinos).
La peste negra, la peste bubónica, paludismo, fiebre amarilla… Como las plagas
bíblicas de Egipto, llegaban periódicamente o como las golondrinas, pero con
bastante mala leche.
Las gentes se encerraban en las
iglesias, recintos herméticos donde los contagios eran tan fáciles como que la
miel atrape a las moscas. Todo se quería arreglar con rezos y cal. Santos a la
calle en medio de rogativas y la fe pedía que el milagro terminase con el entuerto.
Buscaron otro remedio: la cal. Se blanquearon las paredes de los templos porque
creían, en su desinformación, que la cal mataba al bicho. De desinfección e
higiene, no hablaban.
Ante el problema que se nos ha
presentado, los únicos que realmente han dado la talla han sido los
científicos. A nivel mundial han trabajado a destajo y han aportado la posible
solución que hasta ahora se conoce, la vacuna. Ojo, hablo de los hombres de la
Ciencia, generalmente mal pagados y casi siempre desconocidos, y no de la
industria que ha ido a enriquecerse con la miseria y la desesperación de los
demás.
En su egoísmo, se han olvidado de
los pobres del Tercer Mundo y en su afán de que todo es poco en su ambición de
dinero, han llegado a ofertar producciones en cantidades que no han podido
cumplir. Hay una cosa que no dominan, el tiempo.
Hay otros colectivos que también
han dado la talla: sanitarios (médicos, enfermeros, asistentes a personas
necesitadas, farmacéuticos, veterinarios…) casi siempre cuestionados; docentes,
de un voluntarismo fuera de lo común; personas de oficios a los que no se les
presta atención: limpiadoras, barrenderos, cajeras y reponedores de
supermercados, camioneros, agricultores. Ganaderos, gente de la mar… ¿Seguimos?
Sabemos también, quienes no han dado la talla, pero a esos que Dios los ampare.
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