miércoles, 3 de marzo de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Idus de marzo

 

                      


 

Entre el mundo romano eran algo bueno, salvo cuando se torcían. Entonces eran lo peor que a uno se le podía ocurrir. A César se lo llevan por delante los Idus de Marzo. Tenían un poder oculto. En un momento todo se podía cambiar ¡y de qué manera! En la naturaleza, cuando se desatan, son incontrolables. Temibles. Contradecirles no tiene nombre.

A veces hay cosas a las que se les busca una explicación. En ocasiones se encuentran y en otras, no.  El expresidente del Barcelona, Bartomeu, debe andar preguntándose muchas cosas, tantas que seguramente no encuentra la explicación del porqué se le ha venido encima lo que le ha caído. A lo mejor sí lo sabe.

El expresidente de la República francesa Nicolás Sarkozy, tiene un cielo nublado, excesivamente negro, que aunque dicen que probablemente no entre a la cárcel – qué palabra y qué lugar más horrible – estará con una pulsera de seguimiento para la que la policía, en todo momento, lo tenga controlado y conozca por qué lugares se encaminan sus pasos.

El muchacho, ya un hombre talludito y con todo a su favor, un día se equivocó y jugó a la carta errónea. Claro que si veía como estaba el patio, a lo mejor se confió, pensó que siendo quien era y estando donde estaba, pues eso…y metió la mano donde no debía, donde no tenía que haberlo hecho nunca. Me refiero a Urdangarín, al que someten a la presión de un montón de cámaras en la puerta de su casa, ahora que dicen que va a trabajar en su ciudad, Vitoria.

Parece que cuando la fortuna vuelve la espalda hay momentos en los que, no satisfecha con todo lo alcanzado, va y se revuelve. Quizá Rodrigo Rato – él que tuvo tanto, y que aspiraba a más - pensaba que su calvario por aquello de la Cuaresma y esas cosas se acercaba al Domingo de Resurrección y ¡miren por dónde!, van y le anuncian una nueva investigación. O sea, más tormento, más tortura.

No sé si aún perviven los Idus de marzo como en la antigua Roma, pero hay momentos, con más de cuatro millones de parados, una pandemia que acogota y una España a la deriva, en los que casi se perciben su presencia.


 

 

 

 

 

 

 

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