jueves, 17 de septiembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La mujer que tenía los ojos azules como el mar

 


Se levantaron sin que hubiese alumbrado el día. Querían llegar a Pompeya antes que la masa de turistas – sabían que era un imposible – colapsaran la entrada. Cada día, acuden cientos de personas de todas las partes para visitar las ruinas.

Ellos tenían entrada VIP. La espera sería menor que la que tendrían que soportar los grupos. Se despidieron de Lucca y Gigliola…

Por el camino, él le daba vueltas a la conversación mantenida durante la cena en Positano con don Giovanni. Sabía que era un experto en la vida y obra de san Pío X, sobre quién había hecho su tesis. Cuando le pidió que le hablase del Papa Sarto, le contestó que había sido un hombre providencial, en un tiempo muy difícil, “aunque todos los tiempos, agregó, lo son”. Tuvo la suerte de tener a su lado a Merry del Val. Fue de lo mejor que España ha enviado a Roma en mucho tiempo, aunque en España es casi un desconocido…

Le preguntó por qué en Italia, a los Papas se les conoce por el apellido, “porque son nuestros” dijo. Y, ¿Wojtyla, también? También, afirmó de manera rotunda, “el polaco, el más italiano de todos”. ¿Y el Papa Francisco?, “El Espíritu Santo no se equivoca nunca”, y agregó: “Más de dos mil años de pervivencia, son muchos años”.

¿Don Giovanni, le había preguntado en otro momento, existió don Camilo? “Sí,  - contesto - en la mente de Guareschi, aunque yo lo conocí”. Todos rieron la ocurrencia del viejo, que era sabio por lo que sabía y por viejo…

Cuando llegaron a Pompeya… ¡un hervidero!. Ves, le dijo a ella, toda esta gente, como nosotros, acude a la llamada morbosa de la muerte. El Vesubio, en la lejanía seguía agazapado en la luz de la mañana.

Llamó a su amigo Sebastiano, esperto nella storia della Chiesa y un grande viticoltore. Comieron juntos y después, deambularon por Nápoles. Las huellas de la Corona de Aragón seguían vivas. El palacio de Alfonso V ‘el Magnánimo’, era señal de un pasado de esplendor. Pasearon por la plaza del Plesbicito, al final de la Via Toledo, cerca de la plaza de Trieste.

La luz entraba por el techo acristalado de la Galería Umberto I. Ella entró en una tienda y se compró un bolso de piel color camel, pequeño y de un precio razonable….

No hay comentarios:

Publicar un comentario