miércoles, 30 de septiembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Los árboles mueres de pie


                   


Hace unos días, Canal Sur puso en un reportaje el drama que se cierne sobre el Parque de los Alcornocales, en palabras del presentador, el más importante parque corchero de Europa, agoniza. Se secan los árboles. Un agricultor hablada de once mil hectáreas productivas hace unos años, reducidas ahora a poco más de mil…

En la Sierra de Huelva, hace unos años el problema parecía también similar. Una extraña enfermedad que no lograban atajar – hablaban de un hongo – y que secaba los árboles. Desconozco si lo han solucionado totalmente.

En el reportaje, el ruido de los motosierras rompía el silencio del monte. Era un sonido constante, sin tregua. Un ruido que hace daño en los oídos. Esos cortes de los aparatos metálicos, tienen un sonido diferente e inconfundible.

Hay otra manera de matar árboles. El incendio de Almonaster la Real de este verano, ha dejado imágenes desoladoras. ¡Qué dura y  trágica es la tierra quemada! Todo asolado y destruido y ahora, a esperar que el cielo quiera darle un arreglo.

Ardieron también árboles centenarios en el Guadarrama, cerca de La Granja de San Ildefonso en la provincia de Segovia; en el Delta del Ebro, en Tarragona; y en el norte donde árboles que antes no ardían: avellanos, castaños y nogales secos, han sido pasto de las llamas como consecuencia de la menor pluviometría y el aumento de las temperaturas originadas por el cambio climático.

Ayer tarde, le tocó al Mirador del Estrecho en Tarifa. El fuerte viento de levante – ya se sabe cómo pega el aire allí – era otra dificultad añadida.

Me viene a la mente para titular estas líneas, la obra de Alejandro Casona, que se llamaba Rodríguez Álvarez de apellido y que tomó el seudónimo de Casona en recuerdo a la casa donde vivió con sus padres, maestros, en Besullo, en las cercanías de Cangas de Narcea.

A Casona, exiliado y perseguido, le acusaban que huía de la realidad e idealizaba la vida que le rodeaba. Me pregunto si en esta situación que nos atosiga, no sería necesario idealizarlo todo y soñar con una España de montes verdes y árboles en los alcores y en los ríos limpios que corren con agua clara. Como soñar no cuesta dinero… Pues eso, aún sabiendo que los árboles en el teatro y en el campo mueren de pie, soñemos.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario