Hablan los periódicos que a
muchas personas se les plantea un problema económico y no saben la manera de
llegarán al final de mes. Cierres, despidos, paros…Una situación económica muy
dura de pelar.
Hay gente angustiada por el tema
económico, por el sanitario o por su
situación personal en el mundo de los sentimientos, y que puede aparecer en
cualquier momento de la vida.
El pueblo que es sabio distingue
entre estrecheces, penas y fatigas. El flamenco, como expresión del sentir de
ese pueblo lo recoge con una nitidez que asombra hasta el punto que deja cada
cosa en su sito y además, puntualizadas y muy claritas.
Cuando habla de estrecheces dice
de necesidades y se dirige a quien puede compartir y ayudar a pasar el momento.
Quizá sea por aquello del refrán: “las penas compartidas son menos” y así
canta: “Vente cormigo a la güena / y entre los dos pasaremos / las fatigas y
las penas”.
La pena como sufrimiento va por
dentro. Pueden durar más o menos pero siempre atosiga, amarra, atenaza. La pena, a veces se escapa del alma y aflora a
modo de un suspiro que se va por el aire y no sabemos hasta dónde llega:
“Tengo yo una pena / un dolosito mare continito/ que al arma me llega”.
La fatiga puede venir por muchos
caminos. Los ya apuntados y el que viene de la mano del ansia o de la de
vehemencia del amor. “Son tan grandes mis fatigas / que no te pueo orbiá; /
del día en el pensamiento; / de noche, en el ensoñar”.
Rafael de León firmó un poema de
amor roto, destrozado, hecho añicos. Mientras ella corta olas de nácar en la
mar océano y se corta mechones de
trenzas que echa al viento desde un barco camino de las Indias, él, araña su pena en la arena de
Cádiz: “A la mar maera, / y a la Virgen, cirio, y pa duquitas, mare de mi
arma,/ pa duquitas negras, / las que tié
la Lirio”.
Si tienen ocasión echen un
vistazo al “Léxico andaluz de las coplas flamencas”. El trabajo es de Miguel
Ropero. Merece la pena.
Precioso texto. Me alegra, además, por la mención a mi admirado Miguel Ropero Núñez, eximio filólogo.
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