Ella sentía un no sé qué
indescriptible por dentro. A la felicidad, se le unía la nostalgia de algo que
se perdía, que ya quedaba en el recuerdo…
Y entonces, él sin decir nada,
cogió su mano, miró sus ojos azules como el mar que brillaban de una manera
distinta, y para sus adentros pensó: me parece que estoy demasiado enamorado…
Finalizaba un viaje en el que los
dos habían disfrutado del colorido de una región inigualable. El mar alcanzaba
esa tonalidad inabarcable de azul belleza, cosida entre olas y las estelas de
los barcos al viento. Se prometieron volver, nada había acabado…
Aquella noche dormirían en Roma,
y a la mañana siguiente, después de cumplimentar la entrega del coche en el
renta car, tomarían un avión desde Fiumicino de regreso a casa…
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