Amaneció. Se disipaban las
sombras. El sol apareció por detrás de los montes Lattri. Superó las cumbres, y poco a poco se elevaba
en el cielo. Entraba por todos los recovecos de las calles empinadas, y
dibujaba en el suelo figuras caprichosas con las hojas de las glicinias que
cubrían las pérgolas. Abajo en la lejanía, el mar estaba quieto, azul cobalto e
inmenso.
Lucca madrugaba. Solía trabajar
durante toda la mañana. Después del desayuno se echaron a la calle. Gigliola
los acompañó. Lucca se quedó en casa. Tenía que escribir las colaboraciones
para los periódicos. Lucca comenzó a trabajar muy joven pero ahora, ya entrado
en la edad madura, se había retirado a la Costa Amalfitana y desde allí,
realizaba su labor fuera del bullicio de la ciudad.
Subía una brisa fresca que
acariciaba la cara. Callejearon. Todo era un laberinto. Se cruzaban con otros
viandantes que curioseaban y se paraban ante los escaparates repletos de
objetos que llamaban la atención de posibles compradores. Entraron en una
tienda de ropa femenina: ‘La Ristrici di Brunella’. Ojeaban. Se acercó
una dependienta pero le indicaron que solo querían ‘vedere’.
Entraron en la Galería
Carosone. Tenían cuadros de interés de pintores consagrados, que se
cotizaban altos de precio. Gigliola los conocía. Otras veces había estado allí
con Lucca y les dijo que en esta ocasión,
acompañaba a unos amigos. Todo era cordialidad…
Subieron por una escalinata
empinada. En la pared, un barra a modo de baranda ayudaba a sostenerse a las
personas mayores. En el testero de enfrente, un muro de piedras acogía en las
esquinas pequeños alcorques con árboles y pacíficos, y por las paredes,
buganvillias moradas y plantas silvestres. Un enrejado metálico protegía de la
posible caída de cascotes. Entraron en Emporio Sirenuse, una tienda de
modas…
Se acercaron hasta la iglesia de
la Asunción. Tenían intención de saludar a don Giovanni. Era un hombre mayor,
delgado y con andar ligero y nervioso. Lo conocían de antiguo, y sabían de su
amistad con Lucca. Su despacho estaba junto a la sacristía. Mostró una gran
alegría cuando los vio. ¿Qué, a ver a la Madonna?, - una Virgen negra bizantina
que según la leyenda mostró su interés por quedarse allí: “pose, pose”
que dio nombre a la ciudad – preguntó. A ver a la Madonna y a usted, contestó
él. Don Giovanni esbozó una sonrisa amplia de agradecimiento…
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