domingo, 13 de septiembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La mujer que tenía los ojos azules como el mar II






Amaneció. Se disipaban las sombras. El sol apareció por detrás de los montes Lattri.  Superó las cumbres, y poco a poco se elevaba en el cielo. Entraba por todos los recovecos de las calles empinadas, y dibujaba en el suelo figuras caprichosas con las hojas de las glicinias que cubrían las pérgolas. Abajo en la lejanía, el mar estaba quieto, azul cobalto e inmenso.

Lucca madrugaba. Solía trabajar durante toda la mañana. Después del desayuno se echaron a la calle. Gigliola los acompañó. Lucca se quedó en casa. Tenía que escribir las colaboraciones para los periódicos. Lucca comenzó a trabajar muy joven pero ahora, ya entrado en la edad madura, se había retirado a la Costa Amalfitana y desde allí, realizaba su labor fuera del bullicio de la ciudad.

Subía una brisa fresca que acariciaba la cara. Callejearon. Todo era un laberinto. Se cruzaban con otros viandantes que curioseaban y se paraban ante los escaparates repletos de objetos que llamaban la atención de posibles compradores. Entraron en una tienda de ropa femenina: ‘La Ristrici di Brunella’. Ojeaban. Se acercó una dependienta pero le indicaron que solo querían ‘vedere’.

Entraron en la Galería Carosone. Tenían cuadros de interés de pintores consagrados, que se cotizaban altos de precio. Gigliola los conocía. Otras veces había estado allí con Lucca  y les dijo que en esta ocasión, acompañaba a unos amigos. Todo era cordialidad…

Subieron por una escalinata empinada. En la pared, un barra a modo de baranda ayudaba a sostenerse a las personas mayores. En el testero de enfrente, un muro de piedras acogía en las esquinas pequeños alcorques con árboles y pacíficos, y por las paredes, buganvillias moradas y plantas silvestres. Un enrejado metálico protegía de la posible caída de cascotes. Entraron en Emporio Sirenuse, una tienda de modas…

Se acercaron hasta la iglesia de la Asunción. Tenían intención de saludar a don Giovanni. Era un hombre mayor, delgado y con andar ligero y nervioso. Lo conocían de antiguo, y sabían de su amistad con Lucca. Su despacho estaba junto a la sacristía. Mostró una gran alegría cuando los vio. ¿Qué, a ver a la Madonna?, - una Virgen negra bizantina que según la leyenda mostró su interés por quedarse allí: “pose, pose” que dio nombre a la ciudad – preguntó. A ver a la Madonna y a usted, contestó él. Don Giovanni esbozó una sonrisa amplia de agradecimiento…



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