sábado, 19 de septiembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Biznagas

 

 

                                   


“Más que una flor y menos que una estrella”, la definió el maestro Alcántara. ¿Dónde puedo cultivar biznagas? dicen que preguntó, llevado por su curiosidad, cuando vio tanta belleza ante su ojos y, además, desprendiendo aquel perfume sensual, profundo y embriagador como una noche de amor.

“En ningún sitio” le contestó. La biznaga, “un regalo de Dios”, es una composición hecha por almas especiales, esas almas de ‘nardo del árabe español’ que se quedó por aquí, por esta tierra flotando entre brisas saladas que suben de la mar cuando se va la tarde y los montes que cierran el horizonte cuajados de  uvas al final del verano como ojos de color moscatel.

El nerdo es el complemento necesario para la composición de la biznaga, y como siguió preguntando, entonces, supo que es una planta que se cría en los bordes de los caminos en terrenos bien drenados o entre cultivos de cereales, que luego serán ‘cuerpo de Cristo’… Los trigos, ¿no?, sí, los trigos que mece el viento en abril y  encaña cuando llega mayo y arrecia la calor…

La flor del nerdo es una umbela. El nerdo hay que segarlo verde y cuando está subido. Luego, después de un tiempo se seca y toma un color beig… En sus puntas se ensartan los jazmines antes que abran cuando llama a la puerta la luz de la tarde.

Dicen los que saben que hay más de doscientas clases de jazmines. “Muchos son los llamado y pocos los escogidos”. Solo los ‘jazmines reales’ son idóneos para confeccionar una biznaga. El jazmín, un arbusto trepador, crece junto a las tapias y en zonas bien soleadas.

Su flor dura solo un día. Por la mañana temprano es un alevín de flor, luego, a medida que avanza el día, toma cuerpo y cuando llega la noche, abre con todo su esplendor y perfume. En un tiempo se usaba como ahuyentador de mosquitos y dejaba en la casa un perfume que lo impregnaba todo.

La biznaga es el mejor complemento de una mujer en una noche de verano. En el pelo, en el canalillo del pecho, en la mano como símbolo de la prolongación de la belleza de sus ojos, de su estilo, de su cuerpo. Ah, y dicen, que además, con los boquerones, los espetos  y el cenachero es el símbolo de Málaga. ¿Hay quien dé más?


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