Ahora tocaría cantar una vez más,
con el “Dúo Dinámico” y repensar todo aquello que nos edulcoraba en los
años de juventud y repetir una y otra vez, que sí, que es verdad, que las hojillas
del almanaque dicen que está aquí y que ha llegado el final del verano.
Aquellos veranos sin un céntimo
en el bolsillo y paseos calle arriba y calle abajo y baños en el río y en las
albercas de Flores - ¿os acordáis lo fría
que estaba el agua en las albercas de Flores? – y en la Argamasa y en la
Playita, y en Los Remolinos…
Leonardo Favio nos cantaba algo
muy bonito donde decía que “fuiste mía un verano, -¡cuánto más de ilusión que
de realidad¡- solamente un verano…” Era
la añoranza a un amor que había sido, pero que ya no era porque la vida es así
y todo, como decía don Antonio, pasa, porque “lo nuestro es pasar”.
“Los gritos”, un
grupo que tuvo su protagonismo por aquellos años jóvenes, también despedían al
verano, hablaban de campos marchitos, de pájaros enmudecidos, de álamos sin
hojas y de la partida de la chica que se iba, como se iban todas las chicas que
daban un colorido especial a los veranos…..
Las estadísticas dicen, que este
verano que se despide, ha sido más caluroso que otros, y que lo del cambio
climático va tan en serio, como que todo
está cambiando… para peor. Como era peor – al menos, a nosotros nos parecía
así, y no era ni mejor ni peor, sino distinto – aquello de reemprender el
curso. Ir a la Denis, en Calle Santa Lucía, a comprar los libros de texto,
subir por Mariblanca y por calle Refino la cuesta camino del Ejido, donde
esperaba la lucha sórdida con todo lo nuevo.
Otros muchachos amigos, no
estudiaban y para ellos empezaban los días de un jornal incierto, los
madrugones para ir a la obra, las primeras escarchas mañaneras, porque amanecía
más tarde y todo estaba chorreando en el campo. Ellos, también decían adiós al
verano… Hemos dicho adiós a un puñado de veranos y a amigos que no vieron cómo
nos fueron llegando otros veranos. En fin, la vida.
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