Contaba Matías Prats Cañete,
aquel hombre que nos hacía ‘ver’ un campo de fútbol en una retransmisión por la
radio, y nos señalaba la jugada donde estaba la posición teórica – otra cosa es
que el pollo estuviese en su sitio - del
medio volante derecho, y cómo el balón que había pasado ‘lamiendo’ el larguero,
había ido a estrellarse con el frontal bajo del graderío superior del primer
anfiteatro de la grada de fondo… Y muchos, al otro lado del aparato de radio,
vivíamos todo aquello que narraba el locutor.
Desde hace unos días, ya no
importa que el PIB, o sea, lo que somos y tenemos se haya ido al garete - a la mente se me viene otra palabra que no
la digo – por mor de la pandemia y por las malas gestiones de algunos. Estamos
en una zozobra casi permanente y el futuro, más negro que el porvenir de la ONU - ¿por
cierto, alguien sabe para qué sirve la ONU? -
si es que tiene porvenir, claro.
De nada sirve que se hayan
quemado miles de hectáreas en las provincias de Huelva y Cáceres y que un
montón de gente haya tenido que salir de sus casas con el nudo en la garganta
de no saber qué pueden encontrarse a la vuelta, cuando aplacado el fuego,
puedan encarar la situación surgida de la catástrofe.
¿Le importa a alguien que haya
gente pregonando tonterías? (La señora ministra de Educación ha dicho que las
clases de Educación Física se impartirán seguras y ¡Sin público!) La angustia,
sí angustia, señores salvadores del mundo, de padres y profesorado, crece y crece. Las hojas del calendario caen sin remedio,
las escuela van a abrir las puertas pronto sin saber cómo se toreará a este
miura de más de cinco yerbas.
España, la España real, la de
usted, la mía, la de la gente que nos creemos normales, tenemos un único y
auténtico problema: Mesi se va. ¿Qué no se habían enterado? ¡Ese sí que es un problema! ¿Cómo es posible
que vivamos en un mundo tan cruel? Cataluña – parte de Cataluña – por los
suelos y Mesi se va… Pongan un rato la radio, abran un periódico, tráguense un
telediario, allí se lo van a explicar con pelos y señales: Mesi se va. Esa sí
que es una auténtica música de viento.
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