jueves, 3 de septiembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La música del viento






Contaba Matías Prats Cañete, aquel hombre que nos hacía ‘ver’ un campo de fútbol en una retransmisión por la radio, y nos señalaba la jugada donde estaba la posición teórica – otra cosa es que el pollo estuviese en su sitio -  del medio volante derecho, y cómo el balón que había pasado ‘lamiendo’ el larguero, había ido a estrellarse con el frontal bajo del graderío superior del primer anfiteatro de la grada de fondo… Y muchos, al otro lado del aparato de radio, vivíamos todo aquello que narraba el locutor.

Desde hace unos días, ya no importa que el PIB, o sea, lo que somos y tenemos se haya ido al garete  - a la mente se me viene otra palabra que no la digo – por mor de la pandemia y por las malas gestiones de algunos. Estamos en una zozobra casi permanente y el futuro,  más negro que el porvenir de la ONU - ¿por cierto, alguien sabe para qué sirve la ONU? -  si es que tiene porvenir, claro.

De nada sirve que se hayan quemado miles de hectáreas en las provincias de Huelva y Cáceres y que un montón de gente haya tenido que salir de sus casas con el nudo en la garganta de no saber qué pueden encontrarse a la vuelta, cuando aplacado el fuego, puedan encarar la situación surgida de la catástrofe.

¿Le importa a alguien que haya gente pregonando tonterías? (La señora ministra de Educación ha dicho que las clases de Educación Física se impartirán seguras y ¡Sin público!) La angustia, sí angustia, señores salvadores del mundo,  de padres y profesorado, crece y crece.  Las hojas del calendario caen sin remedio, las escuela van a abrir las puertas pronto sin saber cómo se toreará a este miura de más de cinco yerbas.

España, la España real, la de usted, la mía, la de la gente que nos creemos normales, tenemos un único y auténtico problema: Mesi se va. ¿Qué no se habían enterado?  ¡Ese sí que es un problema! ¿Cómo es posible que vivamos en un mundo tan cruel? Cataluña – parte de Cataluña – por los suelos y Mesi se va… Pongan un rato la radio, abran un periódico, tráguense un telediario, allí se lo van a explicar con pelos y señales: Mesi se va. Esa sí que es una auténtica música de viento.

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