Flor de las flores. Ocho de
septiembre. Natividad de la Virgen María. En la Iglesia Católica, multitud de
feligreses muestran devoción a la Virgen, la ‘última Virgen del verano’,
celebrando su festividad bajo diferentes advocaciones.
“Es morena y chiquitita / se
llama Virgen de Flores / y es pa mí la más bonita”. Ah, el
fandango arranca con eso de: “Para patrona bendita/ la de mi pueblo,
señores”. Pero ya se sabe, en esto, como en otras muchas cosas, el orden de
los factores…
Desde hace más de quinientos años,
en Álora, a donde con mucha dificultad llegan las brisas que vienen del mar los
días calurosos del verano, se venera a la Virgen de Flores. Vino de la mano de
los hijos de Encinasola, esa tierra que según mi amigo Fermín Adame, “está
lejos de todos sitios”. Al paraje donde se ubicó, se le llamó como a aquel de
su origen: Flores. El de allí, el de las Sierra de Huelva, junto al Múrtiga o
la Rivera que es lo mismo, y el de aquí, al pie del Hacho, y a tiro de vista
del Guadalhorce.
Eran tiempos de conquistas y
guerras. El reino nazarí tocaba a su fin, los Reyes Católicos formaron un gran
ejército: gentes de Freixenal, de las Cumbres, de Estepa… y de Encinasola que,
además de quedarse como repobladores, traían el amor a su madre bajo la
advocación de Virgen de Flores.
La Virgen se venera en su
santuario construido a comienzos de 1592, más de un siglo después de la toma de
Álora por las tropas cristianas. Los franciscanos vinieron desde el convento de
Los Ángeles de Málaga y permanecieron en él hasta 1835, en que fueron
exclaustrados en la desamortización de Mendizábal. La devoción a la Virgen ha
permanecido durante siglos, y el contacto con Encinasola, con diferentes
alternativas, ha conservado lazos de amistad y cariño mutuo.
Este año, no saldrá la Virgen en
procesión como todos los años en la noche del 8 de septiembre. Tampoco habrá
romería que la devuelva al convento el domingo inmediatamente posterior, que
correspondería al 13. La circunstancias
mandan prudencia y evitar aglomeraciones. Es una manera de poner de nuestra
parte todo lo que esté en nuestras manos. En lo ‘otro’ pues ya se sabe quién
puede mandar. “Flor de las Flores, y de estrellas coronadas, oh, Madre mía
de Flores…”
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