“A flor del romero/romero verde / si el romero
se seca/ ya no florece”, Cuando yo era muchacho, lo cantaba el coro infantil en las tardes de
mayo. Las niñas jugaban en la calle. Todo era jolgorio y alegría. La primavera
llamaba a la puerta.
El canto al romero lo han recogido los cancioneros populares y los poetas; lo ha
transmitido el pueblo de uno a otro con esa
voz que va por las esquinas y nadie se puede quedar con ella. Es voz del pueblo,
la voz que es de todos.
Federico la recogió y la esparció como flor
pequeña y olorosa para que los enamorados pudiesen gozarla. ¿Solo los
enamorados? No sé con qué intención quiso apostillar: “ya no florece, / ya ha
florecido, / a la flor del romero / que se ha perdido”. ¡Ay, Federico! ¿No sería
por un casual una premonición?
Juan Ramón, en esos momentos en que era más
Juan Ramón, o sea, más él, como en Platero, como en los versos donde echaba por
otros caminos, llevó su invitación hasta
el balcón que abre el cierre a la calle, hasta la ventana que deja entrever la
ilusión al otro lado de los visillos de encaje blanco: “Vámonos al campo por romero, / vámonos, vámonos /
por romero y por amor…”
Hay otro romero… Lo lleva en el apellido y es de
Camas. Lo llevaba en su mano izquierda cuando le daba todo el recorrido a la
muleta. Decían sus seguidores que era el aroma que desprendía cuando hacía el
paseíllo, y cuando venían la tarde gloria, entonces… entonces se acababan los
adjetivos.
La botánica
dice que es una planta que crece en los suelos pobres y ligeros. No es exigente
en casi nada y para colmo hasta se conforma con la poca agua que le proporciona
el clima mediterráneo. Se acomoda en las ladeas, en las medias montañas sin tener
que subir a los más empimpollado de la cumbre.
Es tan generoso
que se ofrece, también, a la farmacopea y de él se extraen aceites y ungüentos
casi milagrosos. En la cocina da un punto especial, propio, característico,
distintivo. En la leyenda popular dicen que es el arbusto que dio cobijo a la
Virgen en su huida a Egipto… ¿Hay más? Sí, sí, como decía Juan Ramón: “Vámonos al campo por romero, / vámonos, vámonos /
por romero y por amor…”
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