domingo, 6 de octubre de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Alora: sello propio en la Garbía





Álora es puerta de entrada a la Serranía de Ronda de la que no forma parte, pero que está ahí, como quien espera al que llega de otras tierras. Álora es Garbía malagueña a orillas del río que viene de lejos, y está cercano  ya  a la mar, la mar de Ulises.

Álora, la bien cercada,  la que está en par del río – el Guadalhorce, que no  lo había dicho – que  la rodea y reverencia como algo que sabe sagrado. Lo ve venir y  lo ve cómo caracolea y cómo se pierde entre la frondosidad de sus huertas.

Álora, blanca y embrujada; de cal y misterio encerrada dentro de las gargantas de sus cantaores, de sus poetas,  de pintores  - Jacques Laulheret - que bajaron  su cielo al lienzo,  y  de los que la pararon en el tiempo detrás del objetivo…. Arana, entonces;  ahora, Marilina, y Pedro, y el otro Pedro, y Acedo,  y Felipe Aranda, y...

¿Quién no se estremecía con Pepe Vergara  que  dejó  sello propio y marcó  los  hitos que  solo recogen los papeles cuando hacen recopilación  y señas y constancia de los que escriben su nombre en la historia?

 ¿Quién no ha sentido algo cuando Benito, Benito Moreno, rompe el silencio y deja dicho, como quien no quiere la cosa, ‘ahí queda eso’? Poderío, mando, trono, fuego y esencia... Un clamor. Este hombre  está tocado por algo que llevan pocos, muy pocos por dentro.

¿Quién no se ha transportado con Antoñita Contreras, desgranando ese Amor Brujo que asombraría al propio Falla, o en el cante de Las Minas, profundo, roto,  al compás y ritmo de la guitarra de  Juan Ramón…!. “Lo mismo que el fuego fatuo…” ¡Ay, Antonia,  grande, grande, grande…!

“Alora, de crines encendidas” la vio José María Lopera, y  “de rosa y nardo…”, Antonio Vergara, y sin él saberlo, echaba a andar  – bueno,  ya andaba desde mucho antes, pero ahí lo hizo de otra manera -  por ese camino por el que solo van los privilegiados…

No lo dejo para el final, que  no, que no. Que tiene sitio de primero  – porque a él le cuadra lo que escribió Miguel para su amigo Ramón – “temprano madrugó la madrugada”,  y,  ahora, querido José Antonio Padilla, “A las aladas almas de las rosas / del almendro de nata te  requiero”.  Te requerimos, “compañero del alma, compañero”.




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