Desde hace unos días porque alguien, no sé quién, dispone
esas cosas, está cambiada la hora. Dicen que una hora menos. Se alargan las
noches; ahora, las estrellas son más distantes, más frías. Tarda más en llevar
el alba.
Otra vez se han ido
las golondrinas, que esperaban la hora de recogerse en los cables del teléfono.
Se han ido, también, las tardes luminosas, en las que le sol no quería despedirse.
Remoloneaba. Volaban los vencejos y
limpiaban el aire de mosquitos y de bichillos casi invisibles para todos menos
para ellos. El cielo se ha quedado en
silencio de esos aullidos finos de su pío, pío, pío.
Ahora, el sol dorado
de la tarde ha puesto una nota única, especial. Deja tonalidades de dulzura y
belleza especiales. Son más cortos los crepúsculos. Las tardes, como panales de
miel, chorrean un néctar divino elaborado por otra mano. Tienen un encanto que
acurruca las choperas desnudas de hojas en el soto del arroyo.
Ya hay mosto nuevo. Se han recogido los paseros y la uva
moscatel dejó de ser una lágrima dorada. Se ha convertido en pasa arrugada
envuelta en papel de seda blanco y fino para darle un abrigo. Huelen las
almazaras a aceite y a tostón de pan caliente.
Vuelven las ovejas al aprisco. Levantaron los pastores las
redes de los rastrojos y buscan un
encerradero bajo techo. Están al amparo de los hielos. Los animales necesitan
el cobijo de algo caliente antes que rompa la aurora por los cerros cuando
clarea el día.
Tienen los establos el calor comprimido que desprenden los
animales y una cama de granzas y paja por el suelo. Un vaho etéreo sale por la
puerta. Cuando apunte la luz, las yuntas se echan al camino al encuentro con
las besanas…
Dice el calendario que es otoño. Viene, este año, con la
sequedad dentro zurrón y las alforjas. Claman las tierras por la lluvia, aunque
sea una brusca, solo la suficiente para que aparezca la otoñada y el campo sea
una alfombra verde y la Mano de Dios se vea cómo traspone por las crestas de
las lomas y brota de los surcos que entierran la semilla… y, entonces, solo
entonces, podamos decir, otra vez, que ha venido, de verdad, el otoño.
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