martes, 1 de octubre de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ruiseñores y otras cosillas





Las dos mujeres se hablaban entre sí. Se oían; no se escuchaban. Estaban en la calle. Dos monólogos ausentes en la presencia. Una, sentada en un bolardo de esos que separan la acera de la calzada por la que transitan los coches; la otra, de pie.

-        Porque yo, me tomo dieciséis pastillas diarias. Y hacía una retahíla de enfermedades a las que presuntamente debían curar la ensarta de medicamentos. (En la botica debían estar contentísimos con ella).

-         ¿Mala? Yo, sí que estoy mala. Me tomo, dieciocho pastillas, pero no me hacen  - ahí decía una verdad – y me duele todo el cuerpo. (Su médico, que no sé si es hombre o mujer tenía que estar hasta ese mismísimo sitio que…, porque aguantar en consulta algo así es para ganar el cielo, si es que hay cielo).

Todos sabemos qué es un ruiseñor. Canta por naturaleza y está solo por vocación. Los ruiseñores cantan cuando, ya de madrugada, apunta el día. Dicen los que saben de pájaros que realmente lo hacen durante toda la noche pero cuando más hermoso es su canto es cuando ya anuncia el lubrican que el alba llama con los nudillos a la puerta.

Los hipocondríacos ‘cantan’ a todas horas. Deben pasarlo mal, muy mal. Cantan y cuentan sus penalidades pero cuando más a gusto se encuentran es cuando el eco es tan cercano que ya no se sabe quién de los dos, es quien habla. A las enfermedades que ya tienen se agrega una posible que, a lo peor llega... pero que todavía no está.

Uno se vuelve escéptico. Hace suya aquella frase del filósofo: “En todo lo que usted ha dicho lleva razón pero no estoy de acuerdo en nada”. No se les puede decir a ellos. Les sienta fatal. Es más, realmente, lo que le sientan,  de verdad mal,  es ver la incredulidad de quien frente a ellos, pasan de la letanía del rosario de sus penalidades dolores. No lo soportan.

Estar solo por vocación es placentero. Debe causar una satisfacción interior que no tiene igual. Estar solo por imposición es algo muy duro. En esta partida están  encuadrados muchos que sufren hipocondría. Me quedo con la mejor definición. Es del maestro Barbeito: “Hipocondriaco: persona que cuando no está mala, no está buena”. ¡Antológica, Antonio, antológica!





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