A medio camino, entre Alozaina y Casarabonela, al fondo, muy a lo
lejos, entre bruamas, se ve el mar. Lo intuyes azul, inmenso; te parecerá que la percibes y que hueles la
brisa.
Casarabonela es una pincelada blanca pegada a la sierra. Un
pespunte de primor en un encaje blanco, el punto final de la firma del artista
que terminó el cuadro.
Cuando te llegues te aguardan dos sorpresas. Un extenso campo de
cactus, ‘naturalmente’ montado por gente que vino de otro sitio y una pequeña
hornacina de carretera. Nunca le faltan las flores.
Sigue camino. El pueblo, al alcance de la mano. Deja el coche
donde el Arco del Cristo. Es pueblo de ‘hacerlo’ a pie. Callejea. Está ahíto de
flores y cal. Sube hasta la plaza, o hasta la baranda de la iglesia dedicada a
Santiago y que, obviamente, ¿cómo no?, se construyó sobre la mezquita, o hasta
lo que queda en ruinas del antiguo castillo.
Por aquí pasaron, además de los del Neolítico, romanos y
árabes. Castra Vinaria y Qasar
Bonaira, según para quien. Construyeron calzadas y castillo, y ahora te
cuadra lo de según tiempo y para qué.
En su historia hay un pasaje. Te lo cuento. Verás. Fue cuando lo de
los moriscos. La rebelión se inició en la Alpujarra; se extendió por todo el
reino. Las cosas cuando la gente ni puede, ni quiere aguantar más.
Vencidos, fueron expulsados todos. El rey Felipe II extiende un
salvoconducto al moro más viejo para que identifique las tierras repartidas entre
los que llegaban; no había quedado nadie que pudiera hacerlo. Hasta aquí lo
normal de la época.
Lo curioso viene ahora. El Justicia Mayor se llegaba hasta las
casas de los vecinos y desde la puerta preguntaba.
- ¿Vive aquí? Y a continuación - mencionaba al ocupante
- Sí.
- En nombre de la
Justicia , persónese.
A lo que el dueño salía
hasta la calle. Y entonces exclamaba en voz alta.
- Personándome - y volvía a repetir la retahíla - y no
encontrándose su morador dentro - lo que era cierto - en nombre de nuestro
señor el rey tomo posesión de esa morada.
Y así los fue expulsando a todos, uno a uno. ¿Cabe – pregunto
-mayor recochineo? Pues así cuentan los papeles que se las gastaban en los
tiempos de nuestro señor, el rey don Felipe,
el Segundo.
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