La
habitación es modesta; pequeña, acogedora y perfectamente equipada con lo
necesario para pasar la noche. Tiene el techo abuhardillado. Le confiere una
pincelada de originalidad. A la habitación se entra por una puerta de cuarterones;
la manilla para abrir tiene el pomo dorado. A la habitación se accede por
fondo.
Un
televisor; dos mesillas de noche, sobre una de ellas, el teléfono; una mesa que
puede servir de escritorio, un sillón cómodo. El cuarto de baño está en el fondo. A media pared hay una ventana; la ventana abre al campo, o sea, no se ve el pueblo. Las cortinas son blancas; una
persiana que se sube y baja con manubrio proporciona intimidad.
En el primer
plano, unos cuantos olivos. La frondosidad y la floración cantan que es primavera. Olivos viejos; copa recortada. Se han adaptado al jardín;
el suelo lo han sembrado de césped. Una encina, majestuosa, es santo y seña del lugar; junto al
tapial, se abre al cielo, una palmera…
Bordea el
jardín una cerca de piedra. Está muy bien conservada. Es pared de piedra seca.
Por toda la dehesa es una constante para delimitar las propiedades, para
resguardar el ganado, para dar un tono peculiar a la manera de cada lugar.
Al otro
lado, un poco más allá, otra valla de piedra. En medio, la carretera. La carretera va a Barrancos, al otro lado del Múrtiga, que ya es Portugal. Pasan
pocos coches. Cuando había frontera estos pueblos cercanos tenían una fuente
de ingresos; ahora, con el libre tránsito, han perdido poder económico.
La valla de
enfrente cierra un prado. Pastan unas vacas berrendas; son vacas de leche. Un
ternero pequeño busca el amparo de la madre. En la parcela, un almacén para uso
agrario, unas corraletas para cerdos; una piara de gallinas con una gallo
blanco. De vez en cuando emite un canto; da señas de su poderío.
Una torreta
de la luz acoge un nido de cigüeñas. Las cigüeñas forman parte del paisaje; los
nidos sobre las torres, sobre los campanarios, sobre los pináculos ponen una
nota que solo se ven en los lugares donde se acogen a estas aves migratorias.
Se abre la
dehesa; la cierra montes ondulados, suaves, una acotación al horizonte lejano bajo un
cielo de nubes. Estoy en Encinasola, campo y jara; flores, encinas y revuelo de
mariposas blancas por los caminos del alba.
Divino me ha gustado un montón este relato, aún que es muy bonito como todos los que haces, pero amigo este me ha llegado al alma, mi querida Encinasola, que arte y que bien mientras lo lees lo vives, muchas gracias por compartir tan bellos escritos, y este le tocó a nuestro paisano Candelario con su ganao, un abrazo José y que Dios te de muchos años para seguir dándonos estos lindos escritos
ResponderEliminarMuchas gracias, querida Isabel.
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