Los calores
de la primavera provocan el estiaje del río. El viento del norte deja el cielo limpio de nubes y de un azul turquesa
propio de un manto de Purísima; el pueblo blanco y lejano se asoma entre el
monte del Calvario y el cerro de las Torres.
En la luz
del mediodía suenan las campanas de la iglesia. Son las campana de la parroquia
que están en la Plaza Baja de la Despedía; anuncian el rezo del ángelus. Se extienden
por el campo como una llamada de voces lejanas.
Dos copas de
cipreses quieren alcanzar el cielo… Un repiqueteo de campanillas metálicas
anuncia que se baja la barrera del paso a nivel; un pitido largo y estridente cruza el
silencio. El tren, se pone en marcha; al poco tiempo, entre el caserío y el río
se ve cómo pasa despacio, al principio; luego, aligerando la marcha.
En los
bordes del río crece la vegetación; las cañas besan el cauce; el agua está
quieta; ya sestean los cormoranes que un rato antes se han propiciado un almuerzo
de renacuajos, ranas, y algún que otro pececillo despistado que sobrevive a duras
penas en un río contaminado.
Los
cormoranes son pájaros de plumas negras. Tienen el pico amarillo y largo. A los
cormoranes les hacen competencia una pareja de garzas azules y moñudas. Tienen
unas patas largas, zancudas. Transitan porque el río tiene muy poca profundidad
a su antojo y gusto picoteando a un lado y a otro.
Álora es un
suspiro blanco que se le escapó al Hacho. Como los niños pequeños juega en las
faldas protectoras del monte grande. El Hacho es a Álora lo que el Gurugú a
Melilla; el Igueldo a San Sebastián o el Pan de Azúcar a Río…
Por el cerro
del Calvario se asoma, de puntillas, un iceberg de cal blanco de las casas que
osaron a subir más alto, más alto; le ganó la partida la ermita de Jesús Orando
en el Huerto que tiene una campana pequeña pero que no da las horas ni llama al
rezo del ángelus…
Algunas
cosas son de ayer; otras, de hoy. A veces, parece que no ha pasado el tiempo; o
sea, son de siempre.
Que bien escribes tu pueblo, y que bonito me lo imagino. ALORA. Que bien suena.
ResponderEliminarSí, que es bonito, Begoña. Cuando tú quieras seré vuestro guía por las calles que suben y bajan como un juego entre la tierra y el cielo. Muchas gracias y un fuerte abrazo.
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