Se les ha
derramado la miel. Seguro. Lo tengo claro. A
los ángeles esta tarde se les ha derramado la miel de la rebanada de pan
casero en la que la tenían untada. Debió
ser un descuido. Ya se sabe esta gente menuda con el juego es así…
Verán, cada
tarde, la Virgen cuando el sol comienza a bajar y antes de irse por el Monte
Redondo, les da la merienda. Según qué
tiempo le cambia el menú. En las tardes cortas de invierno cuando arrecia el
frío, les pone una capa de chicharrones o de pringue con la que los ángeles se
ponen boqueras o se pintan un bigote grande y ovalado.
Cuando
llegan las tardes de verano, achichara el sol. En esas tardes, a los ángeles se
le ocurren merendar arencas - arencas
del Meíno – con pan. Luego, necesitan el agua encargada y se tiran la tarde
dando paseos a los caños de la fuente.
Cuando
llegan las tarde dulces de otoño les pone aceite – aceite de La Molina, claro –
en un hoyito en el pan. Algunas veces le
echa un espurreo de sal, poca sal. Esta
gente no tiene colesterol ni esas cosas, pero tampoco se debe abusar. Hay un
ángel un poquito golosillo y siempre le pida que le ponga azúcar…
En las
tardes de primavera cuando la brisa ondea los trigos granados, cuando hay un
canto de mirlos que chiflan como los cabreros en la sierra, cuando los
jilgueros traen su juerga particular en lo más alto de los cipreses donde no
llegan los gatos…
Entonces, la
Virgen los echa un rato al recreo. Los más lentos todavía no se han comido la
rebanada de pan con miel y se vienen a jugar en el cielo de la Vera-Cruz y pasa
lo que pasa… Que si me empujaste, que si me hiciste cosquillas y se me volvió
la rebanada y, claro, se les derramó la miel.
Los ángeles
que son muy listillos intentaron limpiar un poco el cielo pero ellos no contaban
con que Marilina pasaba por allí y se llevó el recuerdo en su cámara… ¡Y es que
Marilina, está en todo!
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