sábado, 13 de mayo de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: Santa Ángela de la Cruz

María de los Ángeles  era de estatura mediana; tenía los ojos pequeños y una mirada que iba más allá, mucho más allá; labios abultados y la barbilla redonda, redondeada; una nariz proporcionada. Su sonrisa le daba un rictus especial. Una verruga  en el labio superior, en el lado izquierdo junto a la comisura de la mejilla  le confería una personalidad distinta.

María de los Ángeles Guerrero González nació en Sevilla, en 30 de enero de 1846. Murió ochenta y seis años después, es decir, en 1932 en la misma ciudad. Venía de una familia pobre. Su padre cardador de lana, natural de Grazalema buscó en Sevilla una vida mejor. Se casó con Josefa González. Tuvieron catorce hijos; seis llegaron a la edad adulta. María de los Ángeles nace en la plaza de Santa Lucía…

Su padre murió relativamente joven. Trabajó para los frailes de la Trinidad; su madre, también,  llevado la lavandería y la costura del convento; murió longeva. A los 12 años entra a trabajar en un taller de fabricación de calzado; permanece hasta los 29. En plena juventud conoce al padre Torres Padilla; le guía en su vida religiosa; le marca, de hecho su vida.

Pretende entrar en religión; no la admiten. Posteriormente lo consigue. Dura poco tiempo. Unos vómitos continuos le obligan a salir. Se recupera; profesa votos perpetuos fuera del claustro. Su vocación la llama a darse, a servir a los demás… Tiene la idea de formar “la Compañía de la Cruz”.

Lo consigue. Le acompañan Josefa de la Peña, con posibilidades económicas y que serán los fondos para iniciar su andadura, Juan María Castro y Juana Magadán. Alquilan un piso – pequeño-  en la casa número 13 de la calle San Luis. Es su primer convento.

Una epidemia de viruela extendida por Sevilla propicia que las Hermanas de Cruz intensifiquen sus esfuerzo para ayudar a los más pobres y necesitados. El cardenal Spínola, el mismo año, 1876, las admite como orden. Sevilla ve como cada noche dos monjas – van en pareja – acuden a auxiliar a enfermos, pobres y necesitados. Una lo atiende en la espiritualidad; otra, en labores materiales.


A su muerte, el gobierno de la República autoriza que se entierre en su convento; el ayuntamiento republicano de Sevilla le concede una calle. Una capilla diminuta acoge su cuerpo incorrupto: la gente reza a Santa Ángela de la Cruz.


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