La tarde de otoño se viste de rosa, violeta y malva.
El sol hinca la cresta por poniente; avanzan sigiloso de las sombras. El
campo acalla las voces con lentitud, con la resignación de quien sabe llegada
su hora.
Se han atabacado las hojas de la parra. Los últimos
escobajos de los racimos que se comieron los pájaros son esqueletos pendidos al
aire. En la sierra, la brisa – porque se ha levantado una brisa ligera, tenue – mueve las ramas
de los pinos. Hay un rumor de olas de un mar lejano e imposible.
Aletea un mirlo por el soto del arroyo. Se ampara en lo tupido de la arboleda. Lleva tras
sí una escandalera. El mirlo se ha asustado; ha puesto tierra de por medio. En
los charcos del camino se bañan los gorriones. Dicen que eso es señal de agua.
Los gorriones son pardos, pequeños, con las cabecillas manchas por una
pincelada negra.
Las palomas retornan de la campiña. Primero, se posan
sobre el muro medianero del tejado; luego, con un pequeño recorte se adentran
en el palomar. Sobre el caballete del corral Tito Livio – Tito Livio es un gato
gris, con ojos preciosos y, como todos los gatos, muy independiente – mira,
como miro yo, cómo se va la tarde.
La radio dice que el Atlético de Madrid ha empatado
a cero en Astana. Astana es la capital de Kazajistán; está en medio de la
estepa, en el centro de Asia, donde hace un frío que Dios tirita. Eso no lo
dice la radio, pero yo lo sé porque me lo enseñó don Emilio Mandly cuando
estudiábamos Segundo de Ilusiones, hace muchos años.
Por el camino han pasado dos niños. Hablan entre
ellos. Los niños llevan tres perros: un pastor alemán, un garabito y un
perrillo negro, pequeño y nervioso. Los niños son de esos niños a los que les
viene la casa estrecha y se echan a
andar sin rumbo fijo.
Enfrente, en las lomas de Virote, verdeguea la yerba de
otoño; el olivar del portugués es una masa oscura y tupida. Se dan las ramas, entre sí, los
olivos como amparándose unos a otros. Cobijados; hacen causa común…
Una vez más me voy contigo de campo. Gracias.
ResponderEliminarNo es mal sitio para perderse en tardes como éstas... Gracias María Victoria.
EliminarInventario de intemperie, otoñal, de alguien que sabe mirar el mundo de la manera más hermosa.
ResponderEliminarMuchas gracias, Maestro, y si usted lo dice... Un abrazo.
Eliminar