Está todo trastabillado. Fuera de lugar. Hace calor;
el verano se agarra a las argollas del paso de los días. El anticiclón,
apatarrado encima; no hay quien lo mueva. Mañanas de nieblas; tardes soleadas
de paseos.
El campo - de lo poco, en su sitio - con un manto
verde precioso. Las sementeras dibujan mosaicos pardos en las lomas y una cohorte de pajarillos
buscan semillas o insectos tras los surcos abiertos por el arado. El ganado
trisca en la yerba nueva. Se han ido las tórtolas, las golondrinas, los
vencejos…
Los bodegones fueron pinturas clásicas en el
Barroco. Eran la instantánea de una mesa en la cocina. Una bandeja mostraba un
acopio de frutas: membrillos, uvas, peros y manzanas, castañas, un pan con las
hendiduras de un corte agrandados por el calor de la cochura…; algunas piezas
abatidas en una jornada de caza.
Tenemos, estos días, bodegones diferentes. Hay
flores en las aceras de la calles; velas encendidas al amparo de la pared; notas
escritas en papeles que recogerán mañana los equipos de limpieza.
Personas que lloran en un desconsuelo continuo. Preguntas
sin respuestas, soluciones que no llegan. Desespero de demasiada gente. Ha
cambiado la fisonomía de muchas caras por las que ahora corren
lágrimas.
Sirenas luminosas y de las otras; Patrullan
militares; policías con atuendos armados. Desconfían de todo y de todos. Miran,
escudriñan, hurgan para descubrir al enemigo agazapado no se sabe dónde pero se
antoja escondido en cualquier parte.
El bodegón de este otoño refleja algo muy distinto a
lo que pintaba Zurbarán. Nubes de contaminación sobre las grandes ciudades. Se
tocan con boinas gigantescas; desde lejos se ven oscuras, feas. Culpable, el
dióxido de nitrógeno. Dicen que ese gas es consecuencia del mal hacer del
hombre.
El hombre – algunos hombres – contamina ciudades de
maneras diferentes; todas dañinas. Matan o fabrican gases tóxicos. Envenenan a
otras gentes. Venden armas a otros hombres que disparan ciegos por el odio. Es
su ley y su norma; los otros tienen un
afán, sin límites, de enriquecerse más y más… ¡qué bodegón más puñetero el de
este otoño!
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