viernes, 20 de noviembre de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El tamaño de los recuerdos

Plaza Mayor, Madrid. Mañana de otoño. Un otoño raro como éste que nos ha tocado en suerte; parece verano. Sol en los pináculos; charcos en los adoquines que como refresca por las madrugadas todavía no se han secado. Turistas y más turistas. Felipe III,  indiferente en bronce, mira desde el caballo.

Pepe Isbert, (el abuelo) Alberto Closas y Amparo Soler (los padres), José Luis López Vázquez (genial padrino)… Era una Navidad de aquellas en que no se ponían belenes laicos. Se había perdido Chencho entro los puestos con figuritas de Nacimientos en la Plaza Mayor. Pastores y lavanderas; zambombas…

Buscan al niño…Jesús Álvarez da la noticia en el telediario. ¿La película? “La gran familia” dirigida por Fernando Palacios. Madrid apuraba diciembre de 1962.

Una cuadrilla de albañiles busca, todavía,  el tesoro. No hay suerte; no lo encuentran. Tienen media plaza levantada. Martillos neumáticos; vibraciones, ruidos. Más ruidos. Pasa un ciclista; luego, otro; y, otro. Han repintando los frescos de la fachada de la Casa de la Panadería. Preciosa.

-          Aquí, le digo al amigo con quien comparto paseo, me comí el primer bocadillo de calamares de mi vida. Iba con mi hermano; nos costó tres pesetas…(cinco céntimos de euro, para los curiosos)

Seguimos andando. En la Plaza de Santa Cruz, el edificio que alberga el llamado Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación pide, a voces, desde lejos, una limpieza de fachada. Eso que llaman por ahí ‘aggiornamento’ o como se diga.

En la Plaza de Jacinto Benavente – de don Jacinto se puede escribir una ‘enciclopedia’ de anécdotas, verídicas o apócrifas - le cuento:

-          Don Jacinto, le dicen, tal crítico está hablando mal de usted.

-          Qué raro, no recuerdo haberle hecho un favor nunca.


El teatro ‘Calderón’, en la esquina ya no espera a doña Carmen con sus collares, su bolso al brazo y el peinado intemporal. Tampoco irá Raphael. No nos cantará que el camino que lleva a Belén baja hasta al valle que la nieve cubrió… Y, uno traga saliva, y piensa en aquel zurrón que un día tuvo lleno de ilusiones y, en el tamaño de los recuerdos.

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