sábado, 28 de noviembre de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Dolores

Sin caber, cabe,  por la puerta grande que se queda pequeña. Aparece. Es un ascua de luz y cera. La plaza…, la plaza es otra. Y se hace una luz distinta. Viene casi a pies de suelo, tan cerca que ya eres más nuestra. Viene como vienen siempre las madres…

Te  he visto, Muchacha, al doblar  la esquina. ¡Oh…! No hay palabras. Yo a pie de calle; Tú, en tu sitio. Ibas - te llevaban - en volandas.  ¿Te mecían? Casi nadie se dio cuenta. Yo te miré y sé que Tú también me mirabas. Ya sabes esas cosas raras que hace que el amor sea tan grande.

Te he visto, Señora, llegar a la Fuentarriba. Venías…. ¡Dios  - perdón por la irreverencia – cómo venías! Eras perfume de azahar y liliums juntos; eras aroma de incienso y calor de velas de la fe que se encienden de otra manera.

Estás allí, Madre, con cara de mujer triste. Con tanto dolor que llevas el tuyo y el nuestro. Estás allí y esperas y esperas. Nunca te cansas;  siempre tienes un deje en la mirada que pareces diferente, distinta. Porque ¡Tú tienes una forma de mirar…!

Estás allí y te vemos desde ese primer banco de preguntas sin respuestas. ¿Por qué, Madre, por qué?  Y uno se sienta en silencio. Y deja que pase el tiempo y no dice nada porque hay momentos en los que las mejores palabras son las que se quedan dentro.

Se hace un nudo en la garganta y luego…Luego, se pone a pensar y a dejar que vuelen los sentimientos y los lleva a unas líneas y recuerda y deja que aflore lo que sale de dentro y piensa que la puerta grande se queda pequeña y en la esquina aquella y en las miradas que se cruzan, y en tu dolor – Virgen de los Dolores – y en el nuestro.


Esta tarde de sol dorado de otoño, tu pueblo y el mío, se han salido a la calle. Han puesto un rótulo: Plaza de Dolores coronada…Quince años se acumulan desde la Coronación; un puñado de naranjos, al otro lado de la verja, se muere de envidia. No es tiempo de azahar. Esperan a la próxima primavera y entonces…

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