jueves, 18 de diciembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Françoise Hardy

                                              


Françoise Hardy tenía la voz  suave y aterciopelada. Un día irrumpió con los discos de vinilo a 45 rpm en nuestras vidas. Era la música que ponían algunas emisoras que se salían de lo ‘normal’ y, era, también, la música de los pick up en los guatequetes del domingo por tarde.

Despertábamos a muchísimas cosas. Las niñas ponían los codos por delante en los baile agarrados (lo otro, no era ni baile, ni puñetas); el cura te echaba la bronca en el confesonario. Era el tiempo del primer beso “¡cuándo el beso era amor y el amor tanto!”

Françoise Hardy, la niña de pelo largo y lacio nos enamoró a todos. No teníamos, aún, veinte años. Nos empeñábamos siempre en todo aquello que era inalcanzable. No entendíamos nada, pero todos chorreábamos miel y arrastrábamos el ala.

El piano dejaba  una cascada de notas en el acompañamiento y el poeta anunciaba que había terminado el tiempo de aprender; que si se abren los brazos, el hombre se encuentra en la sombra con su propia cruz pero, como nosotros no sabíamos francés…

Y así llegaron los versos de Louis Aragón: “Il n`y a pas d’amour hereux”. Era una proclamación a la indiferencia: “y esa gente, sin saber, nos miran pasar”. Un canto a la desesperación: “no hay amor feliz”, o a la evidencia: “nada es seguro para el hombre. Ni su fuerza ni su debilidad  ni su corazón”.

Françoise Hardy introvertida y enigmática,  cantaba canciones de timidez y de gente que vivía en las ciudades grandes a las que los muchachos de pueblo soñábamos que iríamos un día, como si allí nos estuviesen esperando el Sena con sus Bateaux Mouches  que subían y bajaban por el río, y le Sacre Coeur, y Montmartre con sus pintores bohemios  y  Notre Dame…


Escucho esta tarde sus canciones. Se ha puesto el sol que doraba las cumbres. Vuelve la gente de sus paseos. El relente comienza a sentirse en la yerba del camino. Tarde dulce, de sueños y melodías. Una tarde placentera como casi todas las tardes que dicen que se acaba el otoño. Tous les garçons et les filles “todos los chicos y chicas mirándose a los ojos…”

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