Gines se echó a la calle en noche de estrellas lejanas y nubes.
Por la marisma venían del Atlántico. Gines se vistió de mercadillo medieval y camellos
por la calle Real y una piara de ocas y pavos entre los pajotes del suelo.
Gines agotó las entradas para gozar con una de las joyas que, a voleo, siembra Barbeito…
En el Tronío tronaron los aplausos cuando todos escuchamos
las dos estrofas finales: “que sí mereció la pena / que lo pidiera el Amor”. Un
grupo de teatro aficionado: “Gines actúa” representaba: “El día que Jesús no
quería nacer. El musical de la Navidad” de Antonio García Barbeito.
Cuatro funciones de fin de semana; cuatro: no hay billetes;
cuatro luceros de solidaridad: Barbeito, Antonio Álamo y su grupo, Jesús Bola y
el pueblo. Gines respondió. Son los hilos que mueve el cariño.
¿Luego? Luego, las calles del El Arenal de Sevilla y la
Bodeguita Romero - ¡Dios que arte!- y Pepito que yo no sé a quién quiere más si
al Fandango o a Almonaster la Real, su pueblo y hablamos: de folclore y de
libros viejos, y de palabras, y de Cruces de Mayo, y de Encinasola y de Alosno
y de San Benito y del Andévalo…
La Giralda, señora y única, amapola solitaria en un trigal
de primavera, se asomaba desde su cielo. Miraba por si, por un casual,
regresaba Al-Mutamid de las arenas ardientes del desierto; o si Joaquín Romero
venía, desde los Reales Alcázares, con un ramo de rosas rojas para dejarlo a
los pies de su suelo; o si Bécquer buscaba un amor perdido entre los cruces del
viento…
Y allí seguía ella,
la Giralda, como ensimismada con el Cachorro que viene de Triana, con el
embrujo de una media de Morante, con un
natural de Curro, con la niña de los ojos negros…La Torre del Oro ya no espera
galeones que remontan el río ni traen el oro de América; el dorado se quedó en
sus piedras.
Y, nosotros, de la mano de Barbeito, nos perdimos
en la madrugada…
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