“El mundo está loco, loco, loco”. No. No es el título de la película
que en 1963 dirigió Stanley Kramer, ni tiene nada que ver con ningún accidente
de autopista americana. No. El mundo que está loco es el nuestro, el de cada
día, el que nos toca vivir.
Nos despertamos, esta mañana, con la noticia: Un clérigo musulmán con un
montón de cuentas pendientes con la justicia secuestra a un grupo de personas
en una cafetería de Sydney. Con lo lejos que debe estar ese pueblo y con lo
lejos que está Australia…
La ha liado: tres muertos, veinte rehenes, no sé cuantas
horas de angustia y todo, según decía el cromo en nombre de su Dios que llaman
Alá. Seguro que si Alá puede esta noche cuando haya llegado – porque entre los
muertos está él- le habrá retorcido los…
Otro cromo, este en nombre de no sé confesión religiosa a la
que ha dado el nombre de San Miguel Arcángel (aquí sin miseria en los nombres)
ha extorsionado materialmente a un montón de familias. No contento ha abusado
sexualmente de un puñado de adeptas. Está en la cárcel. Ojalá eche raíces allí
dentro. A media mañana salta por internet que el Juez ordena prisión
provisional (¿?) sin fianza.
Por la tarde, el viento de la locura viene de occidente. En
Filadelfia, Pensilvania, Estados Unidos, un hombre mata a cuatro personas, se
da a la fuga, se atrinchera en una casa… El hombre dice el periódico que es un
ex soldado de no sé, ni importa qué guerra.
Los últimos acontecimientos del arzobispado de Granada merecen un repaso. Unos pollos la llevan
liando, ¡y bien! Desde hace unos años abusan de menores y viviendo a todo plan,
con apartamentos en la playa (por lo del calor en verano, ya saben) y buenos
pisos en la capital…
El mundo – parte de este mundo – está loco, loco, loco.
Rematadamente loco. Hace falta un tratamiento y no chico para amueblar algunas
cabezas. El corazón dice que mejor sería cortarlas, pero no, no. Entonces, nosotros,
también pasaríamos a esa fila…
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