Está la cosa un poco (¿) crispada en algunos terrenos; en
otros, la tristeza acogota por dentro cuando se leen cosas como lo ocurrido con
esa dichosa patera que no ha llegado a la tierra de promisión. Gente que lo
sigue teniendo duro para llegar a final de mes…
La noticia ha corrido. Etarras con más crímenes a las
espaldas que hojillas tiene el almanaque en la calle. Jueces rápidos en la
interpretación de unas leyes que son difíciles de aceptar. No soy experto en
esas cosas. Mi sentido común me dice que no es así. Que huele a algo raro.
Dura, muy dura es la noticia de la patera. Dicen que salió
de Nador, en Marruecos, ya sin apenas combustible. ¿Es posible tanta
irresponsabilidad? ¿Cómo pretender cruzar todo el mar de Alborán con esas
previsiones? En algún lado alguien tiene que poner coto a todo esto.
El hambre no tiene fronteras. Es verdad que ya no tenían
nada que perder. Eso cuentan, pero no es cierto. Solo les quedaba la vida y,
hasta eso se la han dejado en las aguas azules de un mar con mucha poesía en
sus olas y mucho cementerio en sus entrañas.
Los informes de Caritas atronan en las conciencias. Un
magnífico artículo de Juan Gaitán de hace unos días, pone el punto en su sitio.
No hay que llenar bolsas que acallen el hambre de un día, hay que llenar las
bolsas de algo intangible. Se llama Justicia. Por cierto que nadie piense que
eso se venden en la botica. No, por Dios, no.
Algunas ciudades han
llenado las calles de bombillas. Estan preciosas. Todo es oropel por fuera que
anuncian que hay que ser feliz por decreto; hay que desear a todo el mundo no sé qué por
decreto; hay que comer por decreto. Hay quien ya hace el cimbel y – eso no es
por decreto – es porque no dan más de sí.
Ustedes disculpen. Hace frío. Dicen que va a nevar en las
sierras donde siempre nieva por este tiempo y que esto tiene poca solución pero
cuando me acuerdo de los niños - y de los grandes - de esa dichosa patera, como
que se me revuelve algo por dentro…
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