miércoles, 10 de diciembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Eurasia

                                               

Ya está aquí. Llegó el tren con viento del Este y se paró en una vía de una estación de contenedores  - Abroñigal - en las cercanías de  Madrid. Más de trece mil kilómetros por tierras de China, Kazajistán, Rusia, Bielorrusia, Polonia, Alemania, Francia y España. 21 días de viaje…

Marco Polo salió de Venecia. Recorrió otras tierras más al sur de por dónde ha venido el tren. Marco Polo invirtió casi toda la vida en aquel viaje porque el hombre se ‘entretuvo’ en otras cosas. Abrió lo que se conoce con el nombre de la “Ruta de la Seda”.

El tren de ahora partió de Yiwu (que levante la mano quien sepa que existía ese pueblo, vamos hombre) cerca del Pacífico. Ha cruzado tierras de bosques y desérticas, montanas y llanuras, ríos…, y se ha quedado, como quien no quiere la cosa, a tiro de piedra del Atlántico. ¿Qué nombre le darán a esta nueva ruta?

Se nos queda pequeño lo que en el colegio estudiábamos como Eurasia. El día que hagan el puente o el túnel, que será lo mismo para el caso, en el Estrecho de Gibraltar, los trenes de largo recorrido (los de cercanía, se quedarán antes, claro) se podrá llegar hasta Ciudad del Cabo. Ya ven lo poco que cuestan lo sueños…

El Transiberiano circula de Moscú a Vladivostok. En Ulán-Udé se desviaban los trenes que por Ulán Bator, en Mongolia, iban hasta Pekin. El tren bordeaba el lago Baikal. Los occidentales teníamos prohibido llegar hasta Valdivostok, nos bajaban en Jabarovsk donde se unen el Amur con el Usuri.


Este tren que ha llegado hasta Madrid volverá, dice el periódico, dentro de unos días  con vino, jamón y aceite. Estoy seguro que, con la que está cayendo, a alguien de la Casa Real, no le importaría que incrementase el cargamento con algún cuñado raro, aunque fuese de fogonero, que de eso parece que sabe el chicarrón del norte...

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