martes, 5 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Amor Brujo

                                              

Toronto va a recibir a Antoñita - Antonia Contreras - vestido de otoño. Abedules, olmos, hayas, arces, fresnos…, han sacado la ropa del armario y se han acicalado. La ocasión lo pide. Antoñita les va a ‘hacer’, como dicen los flamencos, “El Amor Brujo” de don Manuel de Falla. ¡Ahí queda eso!

Toronto está lejos, muy lejos. Más allá del mar grande, el mar que Colón conocía tan bien como conocemos el pasillo de nuestra casa. Pero ella se va, a la parte más arriba de donde llegó Colón. A donde  el frío que viene del  Polo, arrasa y corta el resuello.

Cuando llega este tiempo ponen tierra de por medio los gansos de los lagos, los pájaros del bosque, los patos de los ríos y, al Ontario, por las mañanas, se le pone la piel de gallina. Pero Antonia vendrá a decir - es una de las ciudades más cultas de toda América, y lo van a entender perfectamente - que “lo mismo que er fuego fatuo,/ lo mismito es er queré./ Le juyes y te persigue, / le yamas y echa a corré…”

No conoció, obviamente, don Manuel de Falla a Antoñita. La obra rezuma acento andaluz. Lleva esencia y duende; pellizco y entrega; canta y llora; tragedia y vida… Fue un éxito cuando, al finalizar el  primer cuarto del siglo XX, salió a escena. Ha sido un éxito desde entonces...

Ahora lo va a ser, también, cuando en noche cerrada – en noviembre y en trece, por más señas- , Antoñita, diga aquello de “yo no sé que siento, / ni sé que me pasa…” No te hagas más preguntas, Antonia, no hace falta. Es el embrujo que llevas dentro y que, en noche de otoño, cuando arces,  hayas, fresnos y olmos se acicalan para asistir a la fiesta, a su fiesta, a tu fiesta, sale de lo hondo de tu alma…


Es el fuego fatuo. Ah, y cuando baje el telón y la gente aplauda, piensa que en nuestra tierra: “¡ya está despuntando er día! / ¡Cantad, campanas, cantad! / ¡que vuelve la gloria mía!”

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