martes, 26 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tres en uno

                                                

Como el aceite mágico que todo lo abre, la Unión General de Trabajadores, ha hecho tres presuntos ‘arreglos’ en uno: compra material falsificado - ¿presunto delito? pregunto -; lo adquiere en un país donde el trabajador no es precisamente sagrado; y, encima, con dinero público que iba para otro fin.

Según los periódicos el guiso tenía otros condimentos. Usted lo habrá leído. No le canso ni  le abrumo. No merece la pena ¿Para qué? Si según el guarda que tiene que vigilar la viña esto es una estrategia mediática contra él u otra pamplina parecida.

¿Se acuerdan? Sí, aquel señor bajito, de voz aflautada, y tripas sin estrenar… Sí, el que sentía punzadas de patriotismo, y el que por cierto se murió en su cama… Entonces era yo muy joven, lo recuerdo como un señor que siempre veía conspiraciones ‘judeo-masónicas promovidas desde las instancias comunistas internacionales”.

No sé cómo los niños de hoy recordaran a este señor  - don Cándido, por nombre – Paradojas de la vida.  Dicen que gusta mucho de los ‘malos’ restaurantes que, por ‘malos’, son caros, y de los relojes (no como los bolsos de imitación, no por Dios) los buenos, y otras cosas…

Me viene a la mente el chiste de la pareja que, en el bar, el mozo pide, un plato de jamón de pata negra y, a ésta, le dice, señalándole al camarero, su novia, le pone un vaso de agua y un palillo. Pepe, le dice la incauta muchacha que, a mí, también me gusta el jamón, y el pollo – no sé si tenía dejada la barba- va y contesta. ¡Mira ésta, y a aquel y aquel y a aquel!


Estoy seguro. Don Cándido no lo sabe. No se lo han dicho nunca. Cuando hay tantas auroras boreales con la luz del día, la vergüenza - que no se vende en la botica -  le dice a uno por donde debe buscar la puerta; el juez, tiene que indicarle las otras. Ya me entienden…

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