Salen –morbo de buitres y necrófilos televisivos, aparte-
noticias espantosas sobre la muerte de la chiquita que trajeron de tierras
lejanas para matarla en Galicia. Es un horror. No se puede ser más cruel, más
sádico y más hijo e hija (aquí hay que emplear masculino y femenino) de eso que
usted están pensando, para hacer – presuntamente, claro- lo que hicieron.
La tierra de los ‘airiños’ de Rosalía, la tierra en donde
decían los papales viejos que se acababa la tierra firme y empezaba la mar tenebrosa
y oscura, no lo merece. Han sido dos tragedias casi en el mismo sitio y con
pocas diferencias: el tren de la tarde aquella de Santiago y, hace unos días,
esto.
¿Hemos perdido el norte? ¿Sabemos que estrellas nos guían?
Cuando el ser humano pierde su condición y se convierte en bicho, entonces cae,
aún, más bajo. Los bichos no actúan con tanta maldad como revela el auto
judicial que obraron estos tipos.
Acuñaron mensajes preciosos: “Galicia punta verde” o
“Santiago donde la lluvia es arte”. Y otros diferentes. Y, y es, más. Es ese
embrujo que se levanta con las nieblas que suben por los ríos y se enroscan en
los bosques. “Sombra que siempre me asombras” porque es canto y es murmullo de
río y es noche y es aurora… que escribía Rosalía y, luego, cantaba Luz Casal…
La Galicia de la Colegiata - emulación de la torre de Pisa,
por su inclinación - del Sar ¿Te acuerdas, José Luis? Los dos, por la vía
adelante, cuando nos dijeron, aquella
tarde, en el ferrobús de Vigo que no nos podíamos venir sin verla. Y la vimos.
Me quedo con aquella Galicia. Con ésta, como que no. ¿A qué, ustedes, tampoco?
No hay comentarios:
Publicar un comentario