Pone TVE, los lunes, por la noche, la serie Isabel. Un
magnifico - licencias aparte - compendio del Reinado de los denostados - por
algunos - Reyes Católicos. Cuando se estudian los hechos fuera del espacio y el
tiempo, pues pasa lo que pasa.
A lo que iba. La Guerra de Granada queda reflejada, dentro
de las limitaciones que da una serie, con gran aproximación. Al menos muy
acorde con lo que escribieron gentes que vivieron en aquel tiempo.
Abordan los hechos de la guerra abiertamente. En uno de los
capítulos la Reina le dice a la Princesa. “Tu padre ha partido para Álora”. Más
o menos. Primera exactitud histórica: el Rey tomó Álora; la Reina, no estuvo
nunca.
¿Por qué es importante la conquista de la plaza? Varias
razones la avalan: último reducto fortificado como defensa de Málaga (o sea,
castillo que tiene la ‘llave’ de la toda la Hoya y, por consiguiente, de
Málaga.
Otra: aquí, en la ‘moderna’ historia de la artillería se usa,
por primera vez, la lombarda. Para hoy un cañón pequeño; para entonces un arma
letal. No hay fortaleza, torre, muralla o espigón que se le resista. No da
tiempo a reparar los daños y, además, dispara desde lejos. Deja ‘anticuados’ a
los pasavolantes y ribadoquines y ¿ante eso? Lo hicieron maestros borgoñones.
Los había hecho venir, ex profeso, el Rey.
La resistencia de sus vecinos tuvo mucho que desear. No
quedaron bien parados. Traiciones entre ellos y, a su propio alcaide. Por
cierto, su nombre Hamete el Cordi y no Alí ben Falcún el Baeci. Otro error.
El Baecí, prisionero en la batalla de Lopera, ofreció mil
doblas de oro por su rescate. No lo escuchan. Fue canjeado por Juan de Robles,
alcaide de Jerez y, posteriormente, vendido como esclavo a Luis Méndez de
Figueredo, alcaide de Morón y, éste, a doña María de Acuña… En 1484 se le
pierde el rastro.
(Continuará)
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