Bajábamos, el otro día, frente a la sierra el Oreganal,
camino de Parauta. Riscos y piedra caliza,
tanta que las aguas se filtran para aparecer, por Igualeja, en el
nacimiento del Genal. Romero, esparto y espliego; cuando llega la tierra de
labor, castaños vestidos con la Gracia de Dios. Los pueblos de las Serranía
eran pinceladas blancas como salpicadas a boleo.
Me contaba Antonio García Barbeito la anécdota. Le preguntan
a Juan Belmonte, Maestro ¿por qué inventó usted la media verónica? Para ahorrarme - dicen que contestó - la
otra media.
No está España de ahorros. No. Está de recortes, que aunque
parezca igual no es lo mismo. Leo en un periódico que Alemania se lleva a un
puñado de enfermeras con un contrato de trabajo… Inocentemente me pregunto. ¿si
tan mal esta la Universidad española por qué se las llevan?
Formamos a los jóvenes. Magníficos, excelentes
profesionales. No desentonan en los países a donde llegan. Son tan buenos como
la media verónica del maestro Belmonte (la compañía, de Barbeito, la supera, lo
siento) y ellos se ahorran la otra mitad de la formación.
La Escuela Pública
fue hasta hace unos años –ahora no tengo ya datos para reafirmarlo- muy buena.
He conocido profesores de Matemáticas, Lengua o Geografía autoridades auténticas en su materia.
Domínguez Ortiz o Gerardo Diego – por no irnos más lejos- enseñaron en
Institutos Públicos…
La ha liado el ministro Wert. Reprobado -¿por error?- hasta por los suyos. Ha batido
el récord. Como en el circo: más difícil todavía. Ha conseguido que todo el
mundo esté descontento. Al ministro, si yo pudiera le recomendaría tres cosas:
una vuelta por la Serranía en otoño, la media verónica de Belmonte y un día con Barbeito.
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