España estaba revuelta - ¿y cuándo no es Pascua? -. Transición.
Se auguraban nuevos tiempos. Todo iba a cambiar; todo sería diferente. Parques
con niños jugando, árboles y mariposas. Había, también, ruido de sables y
movimiento - decían - en los cuarteles.
Carlos Cano cantaba una nueva copla. Pedía la vuelta de los
emigrantes y a María la Portuguesa; Serrat a don Antonio Machado; Paco Ibáñez
decía no sé que de progresismo… desde París, Jarcha quería libertad sin ira y
Pablo Guerrero lluvia a cántaros. Raimon hablaba de otras cosas.
Emprendió la Junta - la
Junta de Andalucía - ‘su’ Reforma Agraria. Comarcalizan la tierra. El profesor
Clavero, con la Ley en la mano, después, desmanteló, uno a uno, todos los
intentos y las buenas intenciones. No hay manera. El profesor sevillano sabe
más que los ratones colorados.
En el pueblo flotaban aires diferentes. Tienen que venir
nuevo ‘amos’. Comienza el ‘reparto’ autóctono de las huertas. Todos saben la
que quieren. De perrutales, herrizas y hazas con piedras, majanos, barrancos y
cañadas… de esas, no.
Juanito era un
molinero a la vieja usanza. Boina calada y blanquecina por la harina. Isidoro
alimentaba la tolva, y el molino muele que muele. Desde lo alto de la calzada
de la calle Erillas gustaba más de ver
los transeúntes que aguantar el runrún de la piedra.
Juanito, pasaba horas al pairo de la calle. ‘Sostenía’ la
baranda. Pasa uno de los más exaltados. “Juanito, a ti no te vamos a quitar el
molino… Te vamos a quitar… la baranda”. Ni lo uno ni lo otro. A Juanito lo
retiró, el paso inexorable del tiempo. O sea, la jubilación.
Frente a corruptos, listos y listillos, siempre está aquellos bobitos que entiende la revolución como quitar -la envidia de los necios- cuando creo que es otra cosa muy distinta. Pero existen a la izquierda y derecha, arriba y abajo. Los estereotipos están en muchos necios.
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