Había, en los pueblos, un sentimiento raro hacía los
telegramas. Era algo, que sin saber porqué, anunciaba, si venían, algo malo.
“Le han mandado un telegrama”. Corría la voz y la gente entendía que aquello
traía dentro algo que venía con el pie cambiando.
Tienen también mala uva las cartas que vienen certificadas y
con acuse de recibo. Si son de Hacienda, lagarto, lagarto, y si no, que sea lo
que Dios quiera que, como dice el maestro Alcántara, “no será nada bueno”.
Esta mañana, Carlos Herrera, abrió el programa, a las ocho,
con una sintonía inusual; luego comenzó la lectura de una carta… La carta la
remitía José Luis Alvite. Naturalmente traía un mensaje malo. Anunciaba eso que
no queremos nombrar y lo daba con sentido doble: colon y pulmón.
Hace un rato, cuando he abierto, como cada día, internet,
Antonio García Barbeito, en una nota, nos dice que en la punta esa del mapa,
que está a la izquierda y que se viste de verde –como San Juan de la Cruz,
pintaba sus prados con la mano de la Amado, eso lo digo yo- el gran Alvite
quiere tomar un tren para ir a una estación que no tiene ferrocarril…
A veces llegan cartas… A Alvite sólo lo conozco de haber
leído sus artículos. ¿La imagen? Esa fotografía regular con la que algunos
periódicos le ponen cara a sus colaboradores…Herrera, a media mañana, dijo que
es un gran hipocondríaco y, que ahí, tenía él - Carlos – encerradas muchas
esperanzas.
Dice el aforismo periodístico, que si no hay noticias: buena
noticia. Pero en el caso de hoy es que sí hay noticias. Las da él mismo y la
difunden todos los medios; los de papel, y los otros, estos modernos, que ya
son como el pan nuestro de cada día. Y es que, a veces, llegan cartas…
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