8 de marzo, viernes. Hoy,
en este mar proceloso del siglo XXI, alguien ha decidido que debemos celebrar
el Día Internacional de la Mujer. La cosa viene de lejos. La celebración, no;
otras de más importancia, sí.
Dice la Biblia – el Libro de
los libros – en su primero, que lo llamaron Génesis, que Dios creo al hombre y
a la mujer. Dios, antes había hecho otras cosillas como crear la luz y
separarla de las nieblas y los llamó día y noche; y las aguas; y las flores y
el canto de los pájaros y algo así como las estrellas… ¡Cosillas!
Y dice también que creó al
hombre “a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó. Y los
bendijo”. Es decir, diferentes en cuanto a sexo, pero iguales. Ninguno sobre
nadie. Les dijo otras cosas preciosas como esa de creced y multiplicaos… Y todo
eso que conocemos.
Por no se sabe que extrañas
circunstancias el que ostentaba ser ‘varón’ por alguna razón a lo largo de los
tiempos ha subyugado y ha pretendido imponerse a la otra parte llamada
‘hembra’. La cosa ha pasado por momentos duros, tan duros que el aspecto físico
se creyó que era superior y, en el moral, incluso hubo un tiempo entre los
‘sesudos’ (¿?) que se cuestionaron si la otra parte tenía alma. ¿Cabe más
disparate? Sí, aunque cueste creerlo, los ha habido.
Ha llegado a tal el grado de
estulticia que se ha adueñado de su vida y olímpicamente se la quitado. Se ha
erigido, en su soberbia, en superior y en imponer su criterio, su dominio y
todo eso que a veces escuchamos por ahí.
El sexo varón ha olvidado que
el sexo hembra es sublime. Tan es así que de una primera mujer (creced y
multiplicaos) hemos venido todos. En la prehistoria aparece la primera
representación femenina. Son a modo de estatuillas pequeñas; las llamaron
Venus. Las identificaron con la deidad.
Luego, a través de los tiempos,
incluso le ponen nombre. En la Biblia (omito los de otras culturas) se habla de
Sara, Raquel, Rut, Ester, Rebeca, Isabel, Ana… La lista, grande. Quiero hacer
hincapié en una tal María. Se le llama “bendita tú, entre todas las mujeres”.
Fue madre de uno que vino a decir – entre otras cosas- que todos somo hermanos…
¡Casi nada!
Sublime, la mujer. No porque
una vez al año digamos que hay que dedicarle un día, no. Sublime porque es
excelsa, porque es uno de los dos pilares que sostienen el mundo, porque sin
ella no somos ni lo hubiéramos soñado, ser lo que somos. Bendita mujer, mujeres
conocidas unas; anónimas, otras. Fundamentales en nuestro existir.
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