27 de marzo, Miércoles Santo. Álora
ha recuperado -y ya son muchos años de celebración – una de las manifestaciones
de fervor y piedad más auténticos y vivos de la Semana Santa. En la noche del Miércoles
Santo, bajo el embrujo de la madrugada que llama suavemente a la puerta, exento
de todo exorno exterior, Cristo Crucificado sobre el trono de los hombros del
pueblo anónimo recorre las calles, a luz de velas y cirios, en un Viacrucis singular
y único.
Es otra manera vivir la Semana
Santa. Como es otra manera de sentirla al captar la belleza y la poesía del “Ubi
Charitas et amor” del Jueves Santo o la “Angélica” en la noche del Sábado
Santo.
Dios se muestra en la Caridad
hacia los demás y en la manera de pregonarlo que tiene el pueblo entre rezos y
cantos – cantar es rezar dos veces – por calles estrechas y oscuras donde
reverbera la cal y la fe de los creyentes que la pregonan. Son cantos de súplica
y arrepentimiento: “Perdona a tu pueblo Señor, perdona a tu pueblo, perdónalo,
Señor”.
La sombra alargada de cruz
sobre la que reposa la figura de Cristo muerto después del tormento del
Calvario se proyecta en la pared en un significado místico donde dice de su
presencia siempre, aunque, a veces, nosotros no nos percatemos de ella.
El Viacrucis transcurre por la
calle Los Naranjos, esquina de Palomar con el Viento (¿es allí donde en ocasiones
se da la vuelta el viento?), la propia calle del Viento, por un extremo, con la
luz del día se divisa El Hacho; por el otro, el castillo que corona el Cerro de
las Torres, Cerrillo de Poco Pan - ¡qué bien ponían los antiguos los nombres!-
Erillas que enlaza con el anterior, Fuentarriba y volverá al templo de la Vera
Cruz….
Desde hace unos años un grupo
de jóvenes a luz tenue de la linterna pregona las Estaciones y leen comentarios
al momento de la Pasión que se da a conocer. Con este Viacrucis Álora saca a
relucir un mucho de sus raíces castellanas muy alejadas de otras
manifestaciones de fervor que también tienen cabida en la Semana Santa de esta
ciudad enclavada al norte de lo que antaño se llamó Hoya de Málaga, a pie de
monte de la Garbía malagueña, entre olor a azahar y a flores nuevas.
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